opinión

Los foros de la ira

El hallazgo tecnológico que permite multiplicar las tertulias está ya fuertemente contaminado

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El presidente del Gobierno vasco, Patxi López, internauta aficionado, bloguero de ocasión y ahora flamante twittero se encontró a su vuelta a casa, después de un agudo cólico nefrítico que requirió ingreso hospitalario, con algunas que otras piedras en su portátil. Lanzadas desde foros ‘on-line’ que permiten escribir de forma anónima comentarios sobre una u otra noticia, al doliente ‘lehendakari’ le habían llamado de todo menos bonito. Lo más suave era el deseo de uno para que aprovechando su dolencia se tomase la baja indefinida. Otros, deseaban a quien consideran como un «okupa» del palacio de Ajuria Enea en el hermoso paseo de la Senda de Vitoria, el peor desenlace posible para su indisposición. Los más execrables insultos llegaron por la Red.

El maravilloso invento para la reflexión y la controversia, que puede entrelazar de forma instantánea las voces procedentes de todos los rincones imaginables, trae cada vez peores injurias o escarnios. El hallazgo tecnológico que permite multiplicar las tertulias hasta el infinito y ofrecer al público el pensamiento de quien en otras condiciones se vería limitado por la vergüenza está ya fuertemente contaminado por la ira. Es chocante recordar que mientras en la prensa de papel para publicar una ‘carta al director’ es requisito obligado acreditar la identidad y hasta el domicilio, o en las emisoras de radio está categóricamente prohibido utilizar las ondas para faltar a nadie o atacar a las personas o instituciones, Internet haya ido dejando paso franco a tanto holligan de la Red.

¿Han sustituido algunos foros a los campos de fútbol, en cuyas gradas respetables padres de familia amparados en el anonimato de la masa lanzan toda clase de improperios al árbitro, al linier, e incluso a los propios jugadores de su equipo? Puede que la Red y la opción del anonimato esté, en algunos casos, operando como el gran estadio donde liberar la adrenalina, la ira, la frustración o los complejos. Puede. Pero es detectable también el fenómeno de la emulación, de la bola de nieve, de la coordinación malintencionada.

La identificación obligada para hacer responsable de sus opiniones a quien las emite ofrecería una mayor solvencia y calidad a los foros de opinión. Estimularía a los aficionados a la escritura a mejorar su estilo y la excelencia de sus reflexiones. Y si alguien quiere descalificar en los foros estaría plenamente legitimado para hacerlo pero dentro de la gallardía de quien no utiliza el seudónimo para zaharir por la espalda. La colisión entre la libertad de expresión y las normas no escritas de respeto al adversario se ha saldado en numerosas ocasiones con ventaja para el infundio y la extensión del rumor. Pero solo la educación cívica logrará que esta maravillosa herramienta acabe construyendo un espacio creativo que expulse a los gamberrros de Internet.