CARTAS A LA DIRECTORA

Historia del seminario de San Bartolomé

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Recientemente ha aparecido en la prensa que la biblioteca del seminario gaditano de San Bartolomé, ubicado en la calle Magistral Cabrera, va a ser utilizada para el Bicentenario de la Constitución de 1812. Destacar mi satisfacción por esta noticia, pues es mucha la historia que albergan los libros de este seminario, y se hace necesario que los historiadores puedan tener acceso a esta información. Pero realmente el motivo de estas líneas es contar una pequeña historia, que hace referencia a por qué no tuvo éxito el intento de quema de este importante edificio gaditano durante los sucesos acontecidos en los previos al levantamiento que supuso la Guerra Civil española.

En los días previos al golpe militar del 18 de julio de 1936, contaba yo con tan sólo ocho años de edad, y formaba parte de los alumnos que recibían clase en la planta baja del edificio, cuando los Hermanos de la Doctrina, Ignacio y Federico, (ataviados con ropa de paisano, por miedo a las represalias) se vieron obligados a desalojarnos por la puerta que tenía el seminario en la calle Compañía, puesto que por aquel entonces tan sólo tenía una única puerta de entrada a la planta baja, donde dábamos las clases, situada en la calle Magistral Cabrera.

Son ya 80 años los que me alumbran, pero parece que fue ayer cuando presencié cómo la barbarie, que reinaba en esos días, intentaba por segunda vez la quema de San Bartolomé. Este segundo intento no fructificó, gracias a dos familias que vivían en el nº 1 de la calle Magistral Cabrera. Una de éstas era la familia Ramos (una de las hermanas se encontraba enferma y falleció después), y la otra familia era la mía propia, pues mis padres fueron de esos pocos que se enfrentaron a aquellos que pretendían incendiar y destrozar el seminario. Aunque la familia Ramos era republicana como mis padres, éstos no podían permitir dicho atropello e intento de quema a dicho edificio. Más aún sabiendo que los que allí aprendíamos a leer y escribir éramos hijos de todo el contorno del barrio de San Juan.

Yo, por mi tierna edad, ocho años como comenté antes, intenté colaborar recogiendo los muebles que se arrojaban desde las ventanas, y los dejaba junto a la casapuerta, para entregárselos luego al director y los seminaristas. Fue gracias a la valentía de esta familia Ramos que hoy en día podemos disfrutar de la rica información que atesora esta biblioteca, porque quemar y destruir el patrimonio y la historia de una ciudad o un país no es más que un acto de aberración, que contribuye a la pérdida de nuestra identidad, y que termina desembocando en dictaduras de 40 años, como fue el ejemplo de España.

Mi padre no sólo ayudó a salvar el seminario de San Bartolomé, sino que también ayudó a salvar de la quema el Colegio de San Martín. Sin embargo, no corrió tanta suerte el convento de Santo Domingo. Quiero destacar que el primer alcalde republicano que se encontraba en su despacho de San Juan de Dios, al enterarse de lo ocurrido, se dirigió hacia este convento para impedirlo, aunque le fue imposible, llegando incluso a correr peligro su vida, teniendo que refugiarse en el coche oficial para evitar que los bárbaros incontrolados lo apedrearan. Este ilustre alcalde y gaditano de nacimiento se llamaba Don Emilio de Sola Ramos. Otro gesto de honradez de este señor.