'Buceadora y pulpo'. Del álbum 'Kinoe no komatsu' (1814), de Katsushika Hokusai. :: ASHURA BUNKO. IMAGEN CEDIDA POR EL MUSEU PICASSO DE BARCELONA. 'Dona i Pop'. De Picasso (1903). :: IMAGEN CEDIDA POR EL MUSEU PICASSO DE BARCELONA.
Sociedad

La sexualidad que sedujo a Picasso

A pesar de «detestar» el exotismo, el pintor fue iluminado por los grabados sensuales del país del sol naciente Una exposición evidencia el gusto secreto del pintor por el arte erótico japonés del siglo XVIII

MADRID. Actualizado: Guardar
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«Quiero dejar claro que, no obstante, detesto el exotismo (en el arte). Nunca me han gustado los chinos, los japoneses o los persas». Picasso, al decir esto a su amigo Apollinaire, cerró una puerta que apenas nos hemos atrevido a abrir, la del diálogo que, a pesar de sus palabras, el pintor malagueño estableció con el Japonismo, como revela la exposición 'Imágenes secretas. Picasso y la estampa erótica japonesa'.

En ella se refleja no sólo el conocimiento por parte del pintor de la forma de trabajar de los grabadores nipones, sino la profunda admiración que sentía por sus obras. No en vano, la muestra luce 19 de los 'shunga' (como se llaman esos grabados) que formaban parte de su colección.

Se sabe que coleccionó 61 de grandes artistas japoneses, muchos de los cuales datan de la época dorada del 'ukiyo-e', es decir, de la segunda mitad del siglo XVIII. Son obras de Sukenobu, Koryûsai, Kiyonaga o Eizan, entre otros.

«La perspectiva elevada, los espacios vacíos, las composiciones asimétricas, los contornos marcados y los colores planos llegaron a la pintura de Picasso a través del estudio y la asimilación de la producción de los artistas del XIX», tal y como señala Malén Gual, comisaria de la exposición junto a Ricard Bru.

Las referencias en un Picasso joven ávido de experiencias que, entre 1901 y 1904, vivió a caballo entre París y Barcelona, son frecuentes en su obra. Así Rops, Gauguin y, por supuesto, Manet, acreedores en parte del influjo oriental, calaron en su pintura.

De este modo, aunque toda la obra del malagueño está bañada de sensualidad y erotismo, hay dos periodos en los que el 'orgasmo' se evidencia más: sus inicios, entre 1900 y 1908, y el final, entre el 64 y el 72. Es en esta segunda etapa donde sus grabados, dotados de una fuerza extraordinaria, convertirán al espectador en partícipe.

Modernismo

Será en 1895 cuando un Picasso de 14 años pise por vez primera Barcelona. Como cuenta Bru, el Japonismo era entonces, en pleno Modernismo, uno de los fenómenos que contaba con más adeptos, tanto entre los artistas como entre la burguesía acomodada y las clases más populares, así como en el medio en el que se movía el joven autor: «Prueba de ello es el retrato al óleo que pintó de su hermana Lola, en el que se aprecia un muñeco oriental, con sombrilla y paipay, colgado en el piso de la calle de la Merçè, donde la familia se instaló en el verano de 1896».

Dos referencias son los puntales para fijar el diálogo entre Picasso y el Japonismo: Quatre Gats y la buceadora de Hokusai.

Las biografías de Picasso nos lo presentan como un joven que frecuentaba los prostíbulos y el Edén Concert, que se movía en un ambiente reducido con un pequeño grupo de amigos y que tenía un espacio favorito, Quatre Gats, una suerte de taberna que abrió sus puertas en Barcelona en 1897, inspirada en el restaurante Le Chat Noir de París, y que hoy sigue alimentando al viajero con su comida mediterránea y su historia.

«Durante los seis años en que Quatre Gats estuvo instalado en los bajos de la Casa Martí (ahora está en Carrer Montsió), este refugio de grandes figuras se convirtió en uno de los centros más activos de la modernidad y del Modernismo: un espacio de arte y ocio que acogió a un grupo numeroso de jóvenes deseosos de hacerse un hueco entre las figuras reconocidas», cuenta Bru.

Entre jarras de cerveza afloraban las ideas, ebrias de cultura, que se mezclaban con las revistas que circulaban de mesa en mesa. Revistas internacionales, referentes de la época, como 'The Studio' o 'Gil Blas illustré', que divulgaban la estética japonesa en toda Europa.

Sexo con pulpos

En la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, a los pulpos gigantes de 'Les travailleurs de la mer', de Victor Hugo, se sumó la sorprendente estampa de una obra de Hokusai, 'Buceadora y pulpo' (1814).

La escena es de tal modernidad que nos trae a la memoria el 'hentai' tan actual ahora (cine pornográfico de dibujos japoneses), en el que las mujeres son saciadas por monstruos o robots con tentáculos que no dejan hueco a la imaginación.

Una leyenda es la que inspira esta unión, la llamada de Taishokan. En ella se cuenta la historia sagrada de una buceadora que consiguió recuperar del fondo del mar una joya robada por el ejército al mando del rey Dragón. Inspiradas en ella, las imágenes solían representar su huida hasta que, en los siglos XVIII y XIX, una iconografía profana comenzó a imaginar un encuentro erótico entre la buceadora y el gran pulpo que la había perseguido. Así, Rodin fue uno de los seducidos por el mito, como se ve en sus desnudos 'vestidos' con abrazos de octópodos.

Por su parte, Picasso interpretó el cuadro de Hokusai en su 'Mujer y pulpo' (1903), aunque será más tarde cuando los 'shunga' de su colección se conviertan, definitivamente, en parte de su universo, en un intento de exorcizar a la muerte durante sus últimos años que hizo más evidente, si cabe, su admiración por una corriente que, aún hoy, sigue de moda.