Un conductor coloca una cadena de acero mientras a su lado pasa una máquina quitanieves. :: JAUME SELLART/EFE
Sociedad

Ruedas con mucha tela

Las fundas textiles han desplazado a las cadenas tradicionales por su facilidad de colocación

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cloc- cloc, cloc- cloc. La sorda cadencia de los eslabones hundiéndose en la nieve ha sido durante años la banda sonora invernal de las carreteras de montaña. Las cadenas de acero han monopolizado el mercado de los dispositivos antideslizantes prácticamente desde que los primeros coches empezaron a circular. En realidad eran la única alternativa, ya que opciones como los neumáticos de clavos estaban reservadas al automovilismo de competición y a los conductores de algunos países escandinavos. Pero al acero le ha salido desde hace unos años un duro competidor: la funda de tela. Aunque al principio nadie daba un duro por las cadenas textiles, su comodidad de colocación las ha convertido en las preferidas de los automovilistas españoles. Se estima que siete de cada diez cadenas vendidas en España en los cuatro últimos años años son de tela.

Cuentan que tuvo que pasar un tiempo antes de que los agentes de tráfico franqueasen el paso a carreteras donde eran obligatorias las cadenas a los primeros coches equipados con fundas de tela. «La verdad es que al principio nadie las tomó muy en serio y todavía hay gente que sigue pensando que una cosa así no puede dar buen resultado», dice Ángel Fernández, encargado de una tienda de recambios de automóvil. Fue a partir de mediados de la última década cuando las fundas, conocidas también como calcetines por la facilidad con que se colocan, empezaron a introducirse en España. «Se sabe que se hicieron pruebas de un sistema parecido en Estados Unidos en la década de los 50, pero no fue hasta 2002 cuando unos empresarios noruegos retomaron la idea y comenzaron a fabricarlas», detalla Hugo Beltrán, propietario de la distribuidora Picoya de accesorios de vehículos.

Las fundas suscitaron primero desconfianza, luego curiosidad y terminaron por venderse como rosquillas tan pronto quedó acreditado que funcionaban y que, sobre todo, eran mucho más fáciles de poner que las tradicionales cadenas de acero. «Hace unos cuatro años fue un auténtico boom y los fabricantes no daban abasto para cubrir la demanda», cuenta Beltrán. Hoy en día, dicen desde la central de una cadena de centros comerciales, que representan en torno al 70% de las ventas de cadenas para nieve. «Se empezaron a vender a unos 80 euros, pero ahora se pueden encontrar ofertas a menos de 40 euros y eso ha hecho que el mercado se decante claramente a su favor», señala un portavoz de la cadena.

Menor agarre

En el comercio especializado no están del todo de acuerdo con esos porcentajes. «Hace un par de años el reparto 70%-30% a favor de las textiles era una realidad, pero ahora ha vuelto a crecer la demanda de las cadenas de acero», puntualiza Ángel Fernández. La razón, añade, es que las fundas no satisfacen en ocasiones las expectativas de los clientes. «La tela -continúa el vendedor- vale para lo que vale, que es para sacarte de un apuro, pero no puede competir con las cadenas tradicionales en cuanto a agarre. Es verdad que resulta muy cómoda a la hora de colocarla, pero también que se estropea en un santiamén en cuanto se circula por asfalto sin nieve y que no ofrece la misma tracción que el acero en circunstancias realmente difíciles».

Otro de sus inconvenientes es que en ocasiones acumulan nieve como si se tratase de una bolsa y se terminan desprendiendo de la rueda sin que se percate el conductor. Además, puntualiza Hugo Beltrán, las autoridades de países con una legislación más restrictiva en lo que se refiere a la circulación por firmes helados -Austria es uno de ellos- impiden el paso a carreteras en las que son obligatorias las cadenas a los vehículos con fundas porque no cumplen las normas de homologación.

La crudeza de las últimos inviernos, con frecuentes nevadas y gélidas temperaturas, han hecho de las cadenas un instrumento imprescindible para circular. Se estima que cada temporada se venden en el mercado español alrededor de un millón de juegos. Lo más curioso es que la mayor parte de ellas ni tan siquiera se estrenan. Un estudio de Michelín ha revelado que el 80% de los conductores españoles nunca las han puesto. Debe ser que una vez que pasan a formar parte del mobiliario del maletero es difícil moverlas de sitio.