Arrumacos. Carla ha dedicado una canción a su marido titulada 'Tú eres mi droga'. :: POOL/REUTERS
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Sarkozy, el carlista

La influencia de Carla Bruni ha transformado al presidente francés en dos años de matrimonio

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Nicolas Sarkozy es carlista. Tendencia Bruni. Por vía conyugal. Cuando van a cumplirse, el próximo martes, dos años de su boda con Carla, presenta los síntomas inequívocos del fenómeno. Culto a la imagen y el cuerpo, terapias de relajación y gustos intelectuales progres. Un aggiornamiento made in Italy. El matrimonio entre la erótica del poder y el poder de la erótica lo ha transformado. Es un cambio a caballo de la revolución cultural y la educación sentimental. Una metamorfosis con consecuencias políticas.

Los cortesanos conservadores asisten inquietos a los estragos causados por la dama de corazones a la izquierda. Los más pérfidos recuerdan los antecedentes intrigantes, maquiavélicos y venenosos de Catalina y María de Médicis en las cortes de Enrique II y Enrique IV de Francia. Como sus antepasadas florentinas, la bella piamontesa reina radiante en palacio hasta el punto de eclipsar al émulo del rey Sol.

Los satélites provienen ahora de la galaxia progresista de la Gauche Divine, también llamada caviar por su apego a la buena vida. Los salones del Elíseo se ven frecuentados por cantautores comprometidos, antiguas maniquíes y artistas contemporáneos, amigos de Carlita y de la Dolce Vita.

La 'prima donna' lleva la voz cantante, ronca y susurradora. Sin importarle el que dirán, dedica a su amado una canción titulada 'Tú eres mi droga'. La mención en la letra a la "blanca colombiana" provocó una protesta de las autoridades de Bogotá por pasarse de la raya diplomática.

Pero en los círculos del poder nadie se atreve a insinuar que la tonadillera desafina. Se prefiere ponderar los efectos balsámicos del plan zen a la italiana en el temperamento volcánico del presidente. La devoradora de hombres ilustres se ha convertido en domadora de 'Sarkoleón', el animal político más imperial de la selva gabacha. La música amansa las fieras.

La elegante y austera Carla, a veces casi contrita y monjil, ha rescatado a Sarkozy de los oropeles del 'bling-bling'. Con esa onomatopeya del entrechocar de collares y joyas en las gentes del 'hip-hop' se definía el estilo de los primeros días del mandato presidencial, entre yates de lujo, islas paradisíacas y magnates multimillonarios.

La cara esposa le ha cambiado el enorme Rolex de oro que lucía en la muñeca por un Patek Philippe, también caro pero más discreto. Le ha escondido las gafas Ray-Ban de aviador que solía ponerse con aire de nuevo rico alejado del pueblo. Y ha tirado a la basura las camisetas de la policía de Nueva York que sudaba al trote en carreras mañaneras rodeado de guardaespaldas.

Perezosa y bohemia, Bruni ha ralentizado el ritmo frenético del hombrecillo acelerado. En la segunda jornada de la visita de Estado a España, inmortalizada por el duelo de espaldas al sol con doña Letizia, se quejó de que el cortejo circulaba a 130 kilómetros por hora en las calles de Madrid.

Citas de Sartre y Stendhal

Desde entonces el programa de los viajes va menos cargado y los compromisos oficiales son más limitados, incluso en la agenda nacional. De esta manera gana tiempo para llevarle a escuchar de incógnito tocar el clarinete a Woody Allen en Nueva York, asistir al regreso del arruinado Leonard Cohen al Olympia, presenciar el recital de Julien Clerc en el Casino de París o acudir al último concierto de Bob Dylan en la capital francesa.

A los observadores no les ha pasado desapercibido que ahora Sarkozy lee los libros que lleva en el avión. Antes de conocerse, compartía con su actual mujer su fascinación común por Céline. «Te puede gustar Céline sin ser antisemita como te puede gustar Proust sin ser homosexual», dijo en una ocasión para justificar su pasión por un escritor en el índice de lo políticamente incorrecto. De un tiempo a esta parte sorprende a sus interlocutores con citas textuales de Sartre, Borges, Maupassant, Stendhal o Zola, que han sustituido en la memoria excepcional de este hipermnésico confeso la literatura menos complicada de Alejandro Dumas o Françoise Sagan.

El neo-bibliófilo guarda un grato recuerdo de una cena en el Elíseo que le organizó su mujer con Michel Houellebecq, del que ya había leído 'Las Partículas Elementales'. Al día siguiente el escritor le mandó un mensaje en el que le decía que había estado por la mañana con el rockero Iggy Pop y que ambos le parecían «dos seres muy tranquilos, lo contrario de lo que son en escena».

El toque carlista también lo apreció la cantante británica Marianne Faithfull, otro de sus invitados, quien confesó en una entrevista: «Aparentemente, nunca había visto una película de Fellini. Puedo imaginarme fácilmente que aprecie a Johnny Hallyday, pero ha cambiado gracias a ella».

El político que hace sólo diez años fanfarroneaba en plan populista de ser un incondicional de Sylvester Stallone se devora ahora la filmografía de Capra, Visconti, Kubrick, Lubitsch o Woody Allen, con quien su adorada Pigmalión va a debutar en el cine. Los clásicos de Elia Kazan, Mankiewicz o Richard Brooks también ocupan un lugar de honor en las maratonianas sesiones de DVD que se pega la hogareña pareja.

Las esporádicas salidas nocturnas están reservadas a espectáculos como la obra de teatro interpretada en París por Valeria Bruni-Tedeschi, la cuñadísima. Les apetece sobre todo recibir en casa a estrellas cinematográficas como el director David Lynch, el actor Dennis Hopper o el polifacético John Malkovich. O montar saraos con los colegas músicos de Bruni, en el polo ideológico y artístico opuesto al de una Mireille Mathieu con la que Sarkozy entonó a pleno pulmón 'La Marsellesa' la noche de su elección.

«Es verdad que ella le ha descubierto que uno se divierte más con un intelectual de izquierdas que con un diputado de su partido», desvela con el tono de la confidencia un amigo del presidente. El problema para sus correligionarios es que la banda de Carla va ocupando poco a poco las sinecuras a las que aspiraban los próceres culturales de la derecha.

Los amigos de 'madame'

La lista de los enchufados progres de 'madame' es cada día más alargada: Frédéric Mitterrand, ministro de Cultura; Philippe Val, director de la radio pública France Inter; el paparazzi Pascal Rostain, fotógrafo de cámara de la pareja; el productor de cine Marin Karmitz, delegado general del Consejo de la creación artística...

Sin olvidar al director de su casa de discos, Patrick Zelnik, designado presidente del comité de expertos de la ley antipirateo, baza maestra con la que Sarkozy conquistó toda la 'rive gauche', con Juliette Gréco y Michel Piccoli a la cabeza. «No se gana con los intelectuales, pero no se gana si los tienes en tu contra», explicó en el Consejo de Ministros.

El último nombramiento de la carlistada es el escritor especializado en moda François Baudot, flamante director general de la Administración de Asuntos Culturales. Se trata del padrino de Aurélien, el hijo que Carla Bruni tuvo con el filósofo Raphaël Enthoven, el marido que le robó a Justine Lévy, la hija de Bernard-Henri Lévy.

A veces la influencia de la primera dama y tercera esposa despide hedores pestilentes. Como cuando el presidente asistió en verano a una asamblea general de copropietarios de una lujosa urbanización en Cap Nègre (Costa Azul), a la que pertenece la mansión a la que su suegra le invita en vacaciones.

Tres días después el gobernador civil y el alcalde del pueblo cerraron el acuerdo de conectar el pozo séptico de los Bruni-Tedeschi al colector de la red general para que nadie dijera que aquello olía mal. Cosas de la madre política.

«Nicolas está subyugado por una mujer maniquí, más rica que él, mundialmente conocida y que constituye un trofeo de guerra, puesto que viene de la izquierda», opina bajo la cobertura del anonimato un responsable de la UMP gobernante en el semanario 'L'Express', dirigido por Christophe Barbier, amigo íntimo de Bruni.

La aludida se defendía hace poco en una entreevista concedida a la revista 'Elle': «¿Cómo se puede imaginar que mi marido sea un calzonazos que se deja influenciar? En una pareja, cada uno tiene una influencia personal sobre el otro, pero yo no tengo ninguna influencia política sobre mi marido. Afortunadamente, si no sería el infierno», puntualizó la mujer que lleva las riendas del Elíseo con mano izquierda.