Cartas

A Quintana, un artista

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El apellido Quintana es evocador de mi niñez y adolescencia. Vivía yo en el celebérrimo barrio de La Viña (cantera de grandes personas y personajes), en la calle de Consolación número 10, y era vecino de José Quintana, gran alarife de profesión; un buen esposo de María y ambos, padres de Maruchi, José, Antonio e Isabelita, que éramos pequeñajos de edades muy cercanas o más o menos parecidas.

Era conocido entre sus amistades por su apellido, Quintana, y este quedó marcado en la historia local de los carnavales de Cádiz en la época que cito, que recibía el nombre de Fiestas Folclóricas Gaditanas y después, cuando recuperó su nombre genuino de Carnaval, como maestro, alcanzando fama y prestigio similar a El Tío la Tiza o Cañamaque, guardando las distancias.

Quintana tendría entonces unos cuarenta años y calculo aproximadamente que conoció el Carnaval auténtico y a sus autores, impregnándose de su escuela, adoptándola y practicándola con Marín, su compadre, también personaje carnavalesco de relieve.

Recuerdo cuando Quintana, que conocía mis dotes (según él) de dibujante, me pedía que le hiciera un dibujo en el que se viera una escena de la chirigota, comparsa o coro, con el tipo o disfraz que llevarían, según de lo que se imaginara salir cada año. Ese cuadrito lo colocaban en alguna tienda de confecciones para dar publicidad a su agrupación.

Otro aspecto inolvidable es el de los ensayos, que en alguna ocasión lo hicieron en el lavadero que había en la azotea donde vivíamos y que no adoptaron por pequeño, trasladándose a otro más amplio, en una finca de la calle de La Palma.

Era digno de ver y también de vivir; las ocurrencias, los chistes y etcétera de cada partícipe del conjunto, ¡algo inolvidable!

¡Qué constancia, qué esfuerzo, qué ingenio y cuánto arte en esos grupos de buenos trabajadores, que hacían de su tiempo libre una marca bellísima en la historia local del Carnaval de divisa única en el mundo.

¡Y todo en una época tan dura como fueron los años cuarenta! Quisiera que este breve escrito sirviera como un pequeño homenaje al gaditano y buen carnavalero, José Quintana, que pienso y creo que se lo ha merecido y que las musas del carnaval se lo lleven allí donde esté.