Transparente. Trías persigue la sencillez y la naturalidad, también en su taller de Madrid. Abajo, Balenciaga, su inspiración. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
LA CANTERA

Balenciaga vive

Joaquín Trías lo tuvo claro a los 14 años: había nacido para ser el sucesor del genio de la alta costura y así lo ven ya los grandes de la moda

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i fuera por Joaquín Trías, esta página aparecería en blanco. «El resto de colores me perturban», asegura. Sin embargo, tiene mucho que contar y que enseñar. Por ejemplo, que sin haber puesto a la venta aún sus diseños y con sólo 28 años ya apunta como el nuevo Balenciaga, el padre de la alta costura. También puede mostrar su nueva colección, con la que el 18 de febrero desfilará por segunda vez en Nueva York junto a Ralph Lauren o Calvin Klein. Y sin desentonar.

Sus cortes geométricos, sus tejidos tecnológicos, sus colores antidictatoriales... son únicos, inéditos. Tampoco él responde al patrón de diseñador al uso. De hecho, su futuro parecía pasar por las pistas de tenis o el parqué antes que por las pasarelas. Nacido en Madrid en una familia con posibles, el pequeño Joaquín cogió temprano la raqueta: pasó dos años en Florida donde, a fuerza de entrenar ocho horas diarias, llegó a ser jugador profesional y a medirse con Andy Roddick.

Para su padre, sin embargo, «todo era banca, banca y más banca», así que, de vuelta a España, se licenció en Empresariales. También él hacía piras, sólo que, mientras sus compañeros se gastaban la tela en el bar, él iba a ver cómo la cosían en los talleres de confección. «La moda ha sido desde siempre mi pasión -confiesa Trías-. Pero fue a los 14 años cuando lo tuve claro. Leí que Paco Rabanne decía que aún no había sucesor de Balenciaga. Y entonces pensé: ése tengo que ser yo».

No obstante, «sabía que tenía que esperar». En su casa no hacía ninguna gracia que se dedicara a la costura. Y eso que sus abuelas, Cristina Sartorius y Frida Trías, tenían el armario bien surtido. La primera, condesa de Quiroga; la segunda, modelo y musa del propio Balenciaga... Ambas fueron para Joaquín ejemplos de «elegancia, proporciones, sencillez, respeto, clase...», de los que fue bebiendo y mezclándolos con su chorro de talento. Hasta que, hace cuatro años, aquella vocación por fin se desbordó.

«Me encanta ir descalzo»

«Creé dos colecciones que presenté a la crítica y ellos me animaron a empezar a vender», recuerda. También Carolina Herrera se volcó en aquel extraño modisto que, más que vestir a la mujer, parecía desnudarla: deja al descubierto «su inteligencia y su autonomía, su carácter luchador y nada frívolo», con una sencillez que sólo puede ser fruto de un complicadísimo proceso creativo.

De hecho, Joaquín asegura que les «ha costado una salvajada salir adelante». A él, y a la docena de personas que ya ocupa en su taller en el centro de Madrid. Jornadas de 15 ó 16 horas de trabajo, en las que no queda tiempo para figurar. Discreto, siempre con vaqueros, huye de todo protagonismo como de los zapatos. «Me encanta ir descalzo». Con los pies lo más pegados al suelo.

Por eso, cuando el 17 de septiembre sus trajes, algunos de hasta 6.000 euros, desfilaron por Nueva York, «ni me atrevía a mirar». Así que no sabe qué vieron los americanos para seleccionar su primera colección. Los aplausos y elogios no tuvo más remedio que escucharlos.