Sociedad

Mi mamá es la mejor

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A Dara Torres le aplastan el cuerpo a diario. Literalmente. Se acuesta boca abajo en el tatami y uno de sus entrenadores se sube descalzo sobre su trasero. Otro pisa el resto de su poderosa figura para liberar toxinas y relajar sus músculos de 41 años. Los mismos que la han convertido en la nadadora de más edad con una medalla olímpica –plata con EE UU en el relevo de 4x100, en Pekín– y en la primera ‘sirena’ americana que ha competido en cinco olimpiadas. Su palmarés: cuatro oros, otros tantos bronces y la mencionada plata. Y, sin embargo, la foto más difundida de Dara no está tomada en el podio, sino abrazando a Tessa, la pequeña que alumbró a finales de 2006, apenas un año antes de volver a demostrar su categoría sobre las aguas.

La lección de superación de Dara es el espejo donde se mira toda una generación de deportistas treintañeras –la mayoría con presupuestos bastante alejados de los 100.000 dólares anuales de la californiana–, que han regresado a la élite del deporte mundial después de ser madres. «Ha sido uno de nuestros escasísimos referentes. Cuando muchos te decían que con el embarazo arruinabas tu carrera, nosotras nos acordábamos de Torres», cuenta la mediofondista Nuria Fernández. Ella se atrevió. «Necesitaba un cambio mental» y dio a luz a Candela el 19 de octubre de 2007. A los seis meses de su maternidad, la atleta madrileña volvió «a saco» a los entrenamientos y experimentó una metamorfosis deportiva. No sólo modificó su zancada para hacerla más larga, sino que explotó en fuerza y técnica. El pasado febrero, con 32 años, pulverizó el récord de España de 1.500 en pista cubierta, con la décima mejor marca mundial de todos los tiempos. El calvario de entrenar «a muerte» con el cuerpo aún descolocado por el parto, una dolorosa lesión de cadera y el sinsabor de haberse quedado a ¡27 centésimas! del billete a Pekín se borraron cuando logró parar el crono en 4:01:77 y arrebatarle la plusmarca a su amiga Marta Domínguez. «Fue brutal». Desde entonces anima a quien le pide consejo a «no arrojar la toalla». Pese a la congelación de las becas, el cansancio y el lío doméstico –«la casa es un ser viviente que siempre te pide más»–, Nuria contesta siempre que sí, que se puede. Con esfuerzo personal, apoyo familiar... y mayor respaldo institucional. «No estaría demás una reforma del sistema de becas para dar más cobertura a las embarazadas. Cuando te quitan el apoyo de golpe, es complicado». Las elitistas becas ADO, como la suya, son de hecho la principal fuente de ingresos para la mayoría de los atletas de primera línea. Oscilan entre los 12.000 y los 60.000 euros anuales en función de los resultados obtenidos.

Ayudas y patrocinio

Esta madrileña «medio castellano-manchega», dos veces olímpica –Sidney 2000 y Atenas 2004–, que suda casta por sus abdominales, se apaña con una cuidadora que atiende a Candela mientras entrena de once a dos y come en la residencia madrileña Joaquín Blume, donde desgasta las zapatillas que le patrocina Nike. Luego, siesta de una hora, cafetito y a soltar las piernas de nuevo. En cincuenta minutos –después de correr diez kilómetros más los estiramientos– está de nuevo en casa. Aquí se pone cómoda y se convierte en una madre «como las demás».

Los fines de semana son otro cantar. Cuando le toca correr en alguna prueba de cross recurre a su madre y a su suegra. «Se quitan a la niña de las manos». Su mayor reto ahora es el Europeo de Barcelona. Se siente fuerte física y mentalmente. La maternidad le ha ayudado a centrarse y a «relativizar». Con 33 años, sus piernas, mejor dicho, su cabeza corre «más equilibrada». Es curioso, una frase idéntica a la que soltó la tenista belga Kim Clijsters cuando el pasado septiembre conquistó el Abierto de Estados Unidos, después de dos años retirada de las canchas. Derrotó en semifinales a la todopoderosa Serena Williams, defensora del título y ganadora de tres de los últimos cinco trofeos del Gran Slam. Al día siguiente fulminó a la danesa Caroline Wozniacki.

Su potente silueta de 174 centímetros fundida en un abrazo con su hija Jada, de un año, y con la copa en la mano dio la vuelta al mundo y a los sentimientos de miles de madres conjuradas contra los que insisten en que la maternidad está reñida con el éxito profesional. Como nuestra Nuria Fernández, Kim –número uno del tenis mundial en 2003– lloró cuando besó a su niña. Pocos minutos después, la tenista belga comentaba a los periodistas cómo los dos años alejados del deporte le habían permitido leer sus emociones y manejarlas mejor. A sus 26 años, el nuevo rostro de Adidas acaba de arrancar la temporada 2010 con un sólido triunfo en Brisbane. Ahora juega «más equilibrada y centrada». Como la madre de Candela.

También sabe mucho de equilibrio Beatriz Manchón. Esta chispeante sevillana se plantó en el Europeo de piragüismo de Milán, en mayo de 2008, con una cría de apenas diez meses, una legión de potitos y el firme propósito de clasificarse para los Juegos de Pekín. Mientras ella competía, Sandra Oliete, una amiga ex regatista, cuidaba a la niña. Recuerda, con rabia, que un entrenador con el que no acabó muy bien auguró que no llegaría a la Olimpiada

«Desde entonces, no tuve otro objetivo». Palabra de campeona. Sumó en Pekín su sexto diploma olímpico y en Londres 2012 irá a por el podio, que ya toca. Beatriz colecciona 16 medallas mundiales y 20 europeas, pero ninguna lleva los cinco aros. Con 33 años, su reto está más claro que nunca. «Ahora tengo fuerzas y objetivos en la vida», se reafirma esta reina del kayak en las disciplinas K1-500, K2-500 y K4-500, a la que se le cae la baba con su pequeña Bea. Con sólo dos años habla por los codos. «Me come y me duerme muy bien. He tenido suerte». Durante el embarazo, no previsto, su beca ADO menguó hasta los mil euros al mes. La ayuda de su marido, la convicción personal de que «daba el nivel físico» y sus enormes ganas de superación hicieron el resto. Remó hasta el octavo mes de gestación y, sin haber cumplido la cuarentena del parto, participó en el Campeonato de España. Quedó décima. Luego llegó el bronce en el mundial. «No está mal, ¿eh?».

Beatriz ni para ni va a parar. En su Guadalquivir del alma o en el pantano asturiano de Trasona, donde pasa largas temporadas, no deja «de dar palos al agua». Por su quinto puesto en Pekín cobra una beca ADO de 30.000 euros. «Me quedan 2.500 al mes, no está mal». Con su sueldo y el de su esposo le da para tener casa en Sevilla y Asturias y una ayuda doméstica. El problema, incluso para una de las mejores regatistas internacionales, sigue siendo el patrocinio. «Vivimos casi exclusivamente de las becas y el sistema actual debe evolucionar para que se animen más mujeres a tener hijos. Es duro compaginar el deporte de élite y la maternidad, pero con empeño y un poco más de ayuda institucional se puede».

Su mensaje parece destinado a una mujer que le admira y está asustada. Se llama Dolores Checa, es valenciana y no sabe «para dónde tirar». En la temporada 2007-2008 encabezó las listas nacionales de 1.500, 3.000 y 5.000 metros y logró un pase a Pekín. Hace siete meses su ginecólogo le certificó «la gran sorpresa». Sale de cuentas el 10 de marzo y el cuerpo le pide descanso. Esta fan de Bisbal y Bustamante no termina de ver claro su retorno a las pistas, «aunque el gusanillo de volver a empezar no se pasa». Con los 27 recién cumplidos, es más joven que el resto de sus compañeras de página y envidia su tesón. El sueño de Londres está cerca y lejos. «No sé ni si me lo planteo».

Las referencias las tiene claras. Nuria, Beatriz, Dara, Kim... «su ejemplo nos anima a las demás». Dara entrena duro para nadar allí con 44 años. Nuria y Beatriz prometen no fallar. En el calendario de Kim, el Abierto de Australia, que arranca el próximo lunes, está marcado en rojo. Quiere lograr el tercero de sus ‘grandes’. «Oye, también está Gemma Mengual, que se ha retirado para ser mamá. ¿Volverá?», pregunta Dolores Checa. La española más laureada en las piscinas ha dejado la natación sincronizada para intentar ser madre. Pero más de uno está convencido de que la volveremos a ver bailar sobre las aguas.