opinión

Los tres tenores

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Sonríen como en el final del tercer acto, aunque todavía no hayan tenido ninguna actuación. Aunque sepamos por Kipling que tanto el éxito como el fracaso son dos impostores, es altamente preferible que nos engañe el primero, pero de antemano están contentos por igual Van Rompuy, Durao Barroso y Zapatero. ¿Por qué sonríen tanto los políticos cuando se reúnen? No sabemos si se alegran de verse o de encontrarse en tan contadas ocasiones. Se mantienen las manos unidas durante más tiempo del que exige un saludo y muestran la mejor de sus sonrisas cuando ya se han ausentado, aburridos, los fotógrafos. En determinados casos los líderes tardan en estrechar relaciones los mismos minutos que las personas normales tardan en estrechar lazos. Quiero decir que invierten los mismos minutos en mostrarnos que han tenido mucho gusto en conocerse, que las personas corrientes ocupan gloriosamente en el coito. Dicho de otra manera: los políticos gestan más minutos en sus relaciones exteriores que en las interiores.

Nuestro presidente, que corrige con frecuencia el rumbo que no tiene, quizá sea el más amable de todos. Hubiera sido, descendiendo, el mejor maitre del hotel continental. Van Rompuy tiene una inequívoca cara de mala leche y Durao Barroso un irreparable rostro de funcionario. Nada impide que los tres tenores tengan una buena voz, pero tampoco que no los quiera oír nadie en el actual momento histórico, que todos queremos que pase cuanto antes a la Historia. «España está a punto de salir de la crisis», ha dicho nuestro legítimo representante, al que nadie puede acusar de pesimista ni de clarividente. Hay que hacerle caso a él y no al ‘Financial Times’. ¿Por qué toda Europa se burla de este señor amable? Quizá porque no conocen al que aspira a sustituirle.