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La sombra del radicalismo llega al África subsahariana

Dos de los terroristas implicados en los atentados de Londres son de orígen somalí aunque se criaron en Gran Bretaña

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No abundan los subsaharianos entre los protagonistas del terror mediático. Dos de los terroristas inculpados en la segunda oleada de bombas en Londres son de origen somalí y eritreo, pero eran niños cuando sus respectivas familias obtuvieron asilo en Gran Bretaña.

También provenía del Cuerno de África el individuo que, hace poco mas de un mes, se travistió para introducirse en una ceremonia de graduación de médicos en Mogadiscio y detonar una bomba, aunque, como sus predecesores, había desarrollado toda una vida en Dinamarca y obtenido su nacionalidad.

La procedencia nigeriana de Omar Farouk Abdulmutallab pone de manifiesto la radicalización de la fe islámica al sur del Magreb, una tendencia que ya ha denunciado el teórico Stephen Schwartz, un experto norteamericano en el mundo islámico y también musulmán converso. Su tesis defiende que la extensión por el continente del wahabismo, la corriente integrista exportada desde Arabia Saudí, arrincona otras interpretaciones moderadas del Corán y fomenta la radicalización de los creyentes.

La gran república del Golfo de Guinea, de naturaleza federal, también es precursora por la puesta en marcha de la sharia en los doce Estados septentrionales hace ya una década. Además de mostrar la debilidad de su poder judicial, ampliamente desacreditado, la medida reveló la fractura entre las regiones del Norte, de mayoría mahometana, y el Sur, cristiano y animista. Tras un largo periodo dictatorial, el acceso a la democracia formal tan sólo ha evidenciado la debilidad estructural de la hipotética potencia africana.

A punto de cumplir cincuenta años de independencia, el proyecto político nigeriano parece lastrado por la lacra de la corrupción, la interferencia de agentes extranjeros y la prevalencia de los intereses étnicos y religiosos. La disparidad ha impedido la aparición de un tejido social común que sea capaz de impulsar el desarrollo social y económico del país.

Conflicto civil

En la década de los setenta, el conflicto civil de Biafra causó más de un millón de muertos y señaló una quiebra, aún no cerrada, entre los intereses públicos y los de las regiones sudorientales, las más olvidadas, a pesar de contar con una inmensa riqueza petrolífera.

La revuelta de la secta Boko Haram, bañada en sangre el pasado verano, dio crédito a quienes sospechan que la educación impartida en las escuelas y mezquitas extremistas y la influencia exterior preparan un escenario violento también en el continente negro.

La inestabilidad nigeriana no sólo puede favorecer el riesgo de implosión interna, sino también fomentar la desintegración de un área caracterizada por su volatilidad. El futuro de algunos países como Guinea Bissau, Liberia, Sierra Leona o Guinea Conakry también depende en buena medida de la salud del 'gendarme' de África Occidental.