El pequeño Alberto duerme en los brazos de su madre Vanesa mientras el padre y su hermana no le quitan ojo. :: ÓSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Los García son los más rápidos

La pareja también fue la primera en dar a luz en 2000 a una niña y han repetido matrona Alberto vino al mundo en el Clínico de Puerto Real diez minutos después de las uvas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Alberto García Sánchez ha sido el primer bebé nacido en 2010 en la provincia de Cádiz. El segundo hijo de Alberto García Betanzos y Vanesa Sánchez Mangano, una joven pareja de Puerto Real, vino al mundo en el Clínico cuando apenas habían pasado diez minutos de las campanadas. Para los amantes de los números, el recién nacido pesó 3,940 kilogramos.

La noticia no dejaría de ser una más de las habituales en el comienzo de cada año si no fuera por la unión de un buen número de casualidades del destino. La pareja fue también la primera en dar a luz en 2000. Teresa, la hermana de Alberto, tiene ahora diez años.

Su caso tuvo más eco entonces por tratarse del cambio de milenio y por ser tan sólo 10 los segundos en los que franqueó la barrera del Año Nuevo. «La niña salió con las campanadas; las matronas se estaban tomando las uvas en ese momento», recuerda ahora Vanesa en la cama del hospital.

Oficialmente, Teresa figura como nacida a las 00:01, porque el jefe de planta intentó evitar confusiones sobre si la niña vino al mundo el 31 o el 1, aunque pudo ser sin duda el bebé más tempranero de aquel año.

«Yo espero dentro de 10 años no tener que venir otra vez», confía la madre sobre el influjo de tan poderosas cábalas. «Si lo hubiera hecho aposta, no sale», señala el padre.

Retorno desde Sanlúcar

Pero lo misterioso no queda ahí. Vanesa fue asistida ayer por la misma matrona que participó en el parto hace diez años de su hija. «Un poquito más y hasta nos toca en la misma habitación», bromea su hija, para dar un detalle más con el que la cuadratura del círculo sería absolutamente completa.

«Lo primero que hizo la matrona fue preguntarme por ella y se alegró mucho», comenta Vanesa sobre el momento antes del parto.

Por dar un giro más a tanta conjugación de factores (con luna llena de por medio), ni siquiera la matrona ha estado trabajando los últimos 10 años en el centro hospitalario, sino que los dos últimos había ejercido en Sanlúcar.

Vanesa salió de cuentas el pasado 22 de diciembre, pero el pequeño Alberto e hizo esperar. Pasó prácticamente lo mismo con su hija, que cumplió un día 17, pero se retrasó a Nochevieja. A primera vista, parece que el niño no va a ser nada llorón. «Los dos son tranquilos, él y ella», empieza a terciar la madre para que no haya celos. Aunque no parece que ese problema vaya a existir: «Lo primero que ha hecho es cogerlo», explica el padre..

Mientras tanto, Alberto cruza los dedos de sus dos pequeñas manos. En estos primeros instantes de vida, el más mínimo gesto se convierte en un verdadero acontecimiento.

Hasta que alguien no se encuentra en una situación como ésta, no se plantea algunas cuestiones para las que Alberto y Vanesa han tenido nueve meses de plazo (y en su caso por partida doble).

«Yo no quería que fuera el primer niño de su curso en el colegio; ahora va a ser el mayor de su clase. Creo que siempre va notar la diferencia con los demás», considera la madre.

No es lo único. «Ella no quería que el cumpleaños fuera compartido», observa Alberto sobre su hija. Tendrá que ser el mismo día y en el mismo sitio, aunque con amistades diferentes. «Mi padre me ha dicho que la tarta va a ser de cintura para arriba de princesa y de cintura para abajo de futbolista», se toma con humor la propia Teresa.

No hay pan bajo el brazo

Dice el tópico que todos los niños vienen con un pan debajo del brazo pero, ni siquiera, las mágicas fechas parece que influyan. «Cuando nació Teresa me dijeron que nos iban a dar un premio, por aquello del año 2000, pero al final no hubo nada», se resigna Vanesa. Alberto, de 38 años, es instalador de aire. Su mujer, de 31, administrativo. Los dos se encuentran en paro.

Sin embargo, la estampa desborda pureza y buenos sentimientos, una burbuja frente al temporal de lluvia y a la crisis económica. Vanesa rebosa entusiasmo: «Tengo al niño más guapo y a la niña más guapa». «Y a los más especiales», sonríe Teresa.