EL COMENTARIO

Un maestro para hoy

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A la hora de escribir sobre cuál debe ser el perfil del buen maestro, se me plantean sobre todo dudas. Y más en una cuestión tan capital: el papel que ha tenido y debe tener en la educación de niños y jóvenes, tan estudiado, por otra parte, por filósofos y pensadores desde la antigüedad. Tampoco he querido ir a las fuentes, para ello están los expertos, lo que no es mi caso. He querido partir de mi experiencia, que incluye la memoria histórica y la personal. Las cualidades que destacaré son todas difíciles de describir, digamos científicamente, puesto que son por definición de carácter general, y tienen por eso más que ver con el sentido común que con datos comprobables. Espero no caer en demasiados tópicos.

En primer lugar destacaría lo que antes llamábamos vocación. Una condición que se puede ir construyendo a lo largo de la vida. Pero debería ser lo bastante pronto, y que las prácticas previstas en los nuevos planes de estudio sirvieran al menos para tomar la decisión antes de empezar a ejercer. Entendería la vocación como un proyecto vital, si quieren profesional, de aquél que intuye que sentirá el gozo de enseñar y aprender con los alumnos, de proyectar, de descubrir con ellos. De aquél que estima su trabajo, y con suficiente optimismo ante la vida. Hace falta, pues, un cierto carácter; y unas conductas aprendidas, una buena formación. ¿Pero qué quiere decir tener carácter? Parece que el carácter se forma sobre todo en el ámbito familiar y que a lo largo de la vida vamos añadiendo experiencias afectivas, éticas e intelectuales para conformar un modelo de persona creativa, que no quiere vivir de la certeza de los otros.

Pero aunque el carácter pueda blindarnos ante las adversidades, no tengo la certeza de que nos blinde ante una profesión como la nuestra. Porque sólo con esfuerzo individual o voluntarismo no basta. Es imposible abordar la docencia sin una formación en trabajo de equipo. El diálogo y la cooperación, más en situaciones cambiantes, son imprescindibles para educar. Una buena dirección de centro, buenas tutorías, unos buenos equipos docentes. Cooperación con el alumnado, el profesorado, las familias, el barrio. Más cooperación cuanta más diversidad haya. Y para ello se necesitan recursos. No se puede dejar al maestro solo, y luego culpabilizarlo. Y como los maestros ejercemos en un territorio concreto, el sentimiento de pertenencia es otra cualidad imprescindible, teniendo en cuenta un contexto cada vez más multilingüe. El maestro debería conocer las estrategias y los recursos apropiados para enseñar a usarlas.