Un soldado estadounidense de la misión de la OTAN lleva una hogaza de pan adquirida en el bazar de Balaclava, en el distrito de Garmsir . :: EFE
MUNDO

La Casa Blanca deja insatisfechos a todos

Los republicanos consideran que marcar una fecha de salida pone en duda la determinación de alcanzar la victoria La nueva estrategia de Obama para Afganistán recibe críticas desde la derecha y la izquierda

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Los conservadores querían una escalada militar. La izquierda, una pronta retirada. Después de tres meses de reflexión, Barack Obama integró las dos demandas en un discurso bipolar que ha dejado insatisfechos a todos.

La nueva estrategia para Afganistán consiste en 30.000 tropas más que empezarán a llegar estas mismas Navidades y a retirarse en julio de 2011. Una segunda oportunidad para encauzar este complejo país en año y medio, «porque la nación que tengo más interés en reconstruir es ésta», dijo el presidente a sus conciudadanos desde la academia de West Point. Estados Unidos lleva ya ocho años en Afganistán y, aunque la ofensiva inicial destronó a los talibanes en apenas siete semanas, «han mantenido causa común con Al-Qaida y gradualmente han retomado el control de algunas franjas».

Lo dijo en un escenario donde «no hay sucedáneo para la victoria», como sentenció allí mismo el general Douglas McArthur hace casi medio siglo. Por eso la ausencia de la palabra 'victoria' rechinó pronto en los oídos republicanos, que al principio aplaudieron la determinación de dar la batalla a Al-Qaida para evitar otro 11-S. «Lo que me preocupa enormemente es la decisión de fijar una fecha arbitraria para empezar a retirar las tropas de Afganistán», criticó el senador John McCain. «Eso envía el mensaje equivocado a amigos y enemigos que dudan de la determinación para ganar esta guerra».

Para el rival de Obama «la victoria es la única estrategia de salida real», reclamó. «Y sólo cuando las condiciones en el terreno hayan mejorado decisivamente, nuestras tropas podrán volver a casa con honor, ni un minuto antes ni después, y desde luego no en una fecha arbitraria que nuestros enemigos podrán explotar para debilitar e intimidar a nuestros amigos». Se refería a la población amedrentada por los talibanes, que hace unos años enviaron al embajador norteamericano, Zalmay Khalilzad, el siguiente mensaje: «Vosotros tenéis todos los relojes, pero nosotros tenemos todo el tiempo».

«No puedo apoyar»

Entre la izquierda las reacciones no eran mejores. «No puedo apoyar el envío de más tropas a donde 200.000 fuerzas estadounidenses, afganas y de la OTAN combaten a 20.000 talibanes y apenas 100 miembros de Al-Qaida», protestó la senadora Barbara Boxer. La premisa de que la seguridad de EE UU está en juego también era disputada por el congresista Dennis Kucinich, para quien «Al-Qaida ha sido expulsada» del país. «Nuestra ocupación sólo sirve de combustible para la insurgencia talibán. Los afganos no quieren que les salvenos, sino que les salven de nosotros». MoveOn, una de las organizaciones liberales que más trabajó para elegir a Obama, animaba ayer a sus seguidores a llamar a la Casa Blanca para decirle que se ha equivocado al escalar la guerra. «Sólo servirá para empantanarnos más», advertía.

En su discurso, Obama admitió que en la calle se empieza a hablar de un nuevo Vietnam, «pero a diferencia de Vietnam se nos ha unido una coalición de 43 naciones que reconocen la legitimidad de nuestra acción», aseguró. «¿Qué aliados?», se preguntaba el cineasta Michael Moore. «¡Eso es una broma!». Obama suda para conseguir que la OTAN aumente su presencia en 5.000 efectivos más para acercarse a los 40.000 que le ha pedido el comandante general Stanley McChrystal.

Y aún de lograrlo, las 40.000 tropas de la Alianza han sentado sus bases en las zonas más tranquilas del país. Estados Unidos pretende reforzar su presencia en las grandes ciudades del cinturón pasthun y el sur de Afganistán, mientras entrena a las fuerzas de seguridad afganas para traspasarle el poder.

La fecha de salida servirá para presionar al Gobierno de Hamed Karzai y al vecino Pakistán, pero dependerá de la revisión que se haga en diciembre próximo, aclaró ayer el jefe del Pentágono, Robert Gates, en el Senado, donde los demócratas temen que Obama se esté pillando los dedos como con el cierre de Guantánamo. «Lo que estamos haciendo es enviar una señal clara a todas las audiencias de que no estamos interesados en ocupar Afganistán, gobernar su país o reconstruir su nación», le defendió la canciller Hillary Clinton.