Museo y biblioteca rompen con música y aplausos su silencio nocturno

Las noches del Museo Provincial de la plaza de Mina y de la Biblioteca de Ramón de Carranza deben ser, cada noche, escenarios apropiados para cualquier relato de terror. Silenciosos, oscuros, inhabitados. Ayer, sin embargo, acogieron todos los sonidos y colores que cada noche les hurta el cierre. Aunque este tipo de iniciativas son cada vez más frecuentes, en ningún precedente contaron con una respuesta del público tan generosa. Al calor del Festival de Música Española, distintos recintos culturales alargaron su actividad diurna hasta la medianoche.

Cuando apenas faltaba una hora para las doce, el Museo de Cádiz permanecía ajeno al reloj. La espléndida exposición 'Ciudadanos' acogía paseos curiosos mientras que, en la primera planta, una treintena de visitantes atendía a las humorísticas explicaciones de Animarte. Este grupo, acompañado de un oboe por momentos, ilustraba algunos de los tesoros de la colección permanente de la pinacoteca, agraciada por escultura y pintura que recorre más de veinte siglos. Entre la concurrida asistencia, especialmente ilusionante la de niños de menos de diez años, realmente llamativa.

La Biblioteca Provincial, apenas dos centenares de metros cuesta abajo, era a esa hora un hervidero de aplausos y letras. Con los volúmenes ya en reposo, fueron Nono García y Pepe Maestro los que dieron música y voz a los inmortales textos de Fernando Quiñones. Su hijo Mauro fue uno de los que abarrotó el salón de actos. Varias filas de espectadores en pie rodeaban todas las sillas ocupadas.

El recomendable silencio de la biblioteca quedó roto en muchas ocasiones por los aplausos y, especialmente, por el último, atronador y sentido.Con diferentes características, el fenómeno se repitió en el Aulario La Bomba. En este recinco universitario, la música nocturna no es tan inusual. Anoche se reeditó dentro del certamen para acompañar al resto de edificios sonoros.