Cada artista plasmó su estilo, en obras relacionadas con el Medio Ambiente. / A. J.
PUERTO REAL | 'SPRAYS' DE LA BAHÍA

Los graffiteros cada vez pintan más

El muro del instituto Virgen del Carmen se convierte en lienzo para los participantes en el primer Certamen de Arte Urbano organizado por el servicio de Juventud del Ayuntamiento puertorrealeño

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Certamen de Arte Urbano. El nombre ya es toda una declaración de intenciones. Así bautizó el servicio municipal de Juventud al encuentro de graffiteros de este sábado ante el muro del instituto Virgen del Carmen de Puerto Real.

Muchos artistas del spray sólo se dan a conocer por medio de apodos que dejan plasmados en su obra. Es el caso de Décima que pertenece a la prestigiosa escuela de Jerez. Él es un profesional de esto: «A mí me da de comer», asegura. Eso le obliga a no encasillarse: «Lo mismo te hago un anuncio para Caja Madrid, que trabajos en hoteles, o cuartos con Winnie the Pooh».

Entre los graffiteros locales se encuentra Santiago Oneto. Ahora lleva un año de nuevo en el tajo, después de un buen susto: «Tuve una movida con Renfe, y me llevaron a juicio». Desde entonces sólo se fija en sitios legales: «Yo por ejemplo tengo el permiso del director de este instituto, y puedo ir pintando por todo el perímetro».

Marco Collantes llega desde Cádiz. Acaba de terminar un paréntesis en el que ha estado en el Ejército. Le destinaron fuera, y se le volvió a «despertar el gusanillo» con otro compañero teniente. Su campo de acción es toda la Bahía, menos su ciudad: «Allí no nos dejan muros, ni un skate park, y por eso hace años que no pinto».

El graffiti hace amigos. Como Mario Márquez, Blas Serrano y Baraza Sayed-Ahmad. El primero es de Puerto Real, el segundo de Granada y el tercero de Almería, aunque de ascendencia siria. Todos tienen vínculo común y es que se encuentran estudiando en tierras granadinas. Mario se prepara en Diseño Gráfico. Reivindica su vocación por la estética graffitera entre sus compañeros: «Todavía hay quien piensa que hacer un graffiti es ensuciar la pared». Teresa María Mel es la única graffitera en liza. Hasta hace un año no se lanzaba, nunca mejor dicho, a poner pie en pared: «No me atrevía, me sentía insegura, porque no me suelen gustar mis dibujos». La difícil pregunta del estilo ella la ataja con cierta solvencia: «Tiene un poco de wild y un poco de siniestro lindo». De Chiclana ha venido Jesús Soriano, Ñuku, como se le conoce en el mundillo. También ha tenido algún sobresalto, que terminó en anécdota: «Estábamos pintando en el Puente, y de pronto apareció un todo terreno de Securitas; pensamos que venían a detenernos, pero nos dijeron que siguiéramos, que les gustaba mucho lo que hacíamos». Y allí siguieron...