El príncipe Khaled saluda a los soldados saudíes en la frontera con Yemen. /REUTERS
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El gendarme de Arabia

Los saudíes combaten a la guerrilla hutí en la frontera con Yemen para atajar la cada vez mayor infkuencia persa en la región

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Es la enésima guerra en Oriente Próximo, en un rincón entre Yemen y Arabia Saudí, pero podría desencadenar un choque de titanes. Las operaciones militares que Riad viene desarrollando contra un grupo de rebeldes yemeníes que han invadido la frontera sur del país no sólo ha puesto de relieve el poderío militar del reino de Abdalá bin Abdelaziz, sino también hasta que punto está tensa la cuerda con Irán.

Los rebeldes chiíes de Yemen, conocidos como hutíes, luchan contra el Gobierno de Saná desde hace un lustro, principalmente en la provincia norteña de Saada, aunque las guerras de guerrillas ha llegado en ocasiones hasta las puertas de la capital. Los hutíes denuncian discriminación hacia los chiíes por parte de la Administración yemení, mientras que Saná acusa a Irán de apoyar a los rebeldes.

Las imputaciones no han logrado probarse, a pesar de que el Gobierno de Yemen anunció el mes pasado haber interceptado un barco iraní en aguas del mar Rojo, cerca de las posiciones hutíes, cargado de armamento.

Arabia Saudí, la gran potencia suní de la región y enemigo acérrimo del Irán chií, pocas veces utiliza sus fuerzas armadas para defender sus intereses en la región, a pesar de contar con casi 125.000 hombres entre los ejércitos de Tierra, Aire y la Marina. En 2007 se conocieron además los planes para crear una fuerza de 35.000 hombres para proteger los pozos petrolíferos, la gran riqueza del país saudí. Esta fuerza estaría compuesta por agentes privados y militares.

Desde la invasión iraquí de Kuwait en 1990, el Ejército saudí prácticamente no ha desplegado sus tropas salvo para combatir a grupos relacionados con Al-Qaida dentro de su propio territorio. Sin embargo, en política exterior Riad siempre ha optado por la opción más subrepticia, la de apoyar con dinero a las facciones o países que puedan defender sus intereses. O, como asegura el prestigioso diario árabe Al Quds al Arabi, con sede en Londres, «la estrategia saudí ha consistido en debilitar a todas las fuerzas regionales vecinas promoviendo guerras, siempre que les ha sido posible, en escenarios exteriores al reino».

A la puerta de casa

La monarquía que dirige el custodio de los Santos Lugares tiene ahora los problemas a la puerta de casa y ha demostrado que no le tiembla el pulso a la hora de hacerles frente militarmente. El Ejército, entrenado por Estados Unidos, ha evacuado cerca de 240 aldeas cercanas a la frontera con Yemen, según Unicef, y está utilizando artillería y defensas aéreas para limpiar de rebeldes una zona de diez kilómetros hacia el interior del país vecino.

Pero además, los ataques a los milicianos han servido de advertencia a Irán. El ministro de Exteriores persa, Manuchehr Mottaki, ya pidió la semana pasada a los vecinos de Yemen «que no se inmiscuyan en sus asuntos internos, porque quien decida verter aceite sobre el fuego de este enfrentamiento tendrá que atenerse a las consecuencias de quemarse con sus llamas».

El conflicto, olvidado hasta ahora, de un grupo rebelde contra el Gobierno de uno de los países más pobres del mundo árabe, podría convertirse en el polvorín que desatara una guerra confesional a mayor escala en la región. Arabia Saudí ya ha mostrado sus cartas, y una mirada nerviosa se dirige a Teherán en busca de respuesta.