EL COMENTARIO

Octogenario en RTVE

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Cuando ya era un secreto a voces la marcha de Luis Fernández de la presidencia de la radiotelevisión pública por discrepancias sobre el nuevo sistema de financiación, se conoció ayer que PP y PSOE habían consensuado la designación de Alberto Oliart como sucesor. Y aunque en primera instancia el acuerdo causó grata impresión por la indiscutible talla del elegido, surgió enseguida la sorpresa por el hecho de que Oliart, hombre fuerte de los gobiernos de Suárez, ministro de Defensa de Calvo-Sotelo en el delicado periodo que medió entre el golpe de Estado del 23-F y la llegada al poder de los socialistas, tiene actualmente 81 años.

Es lógico que los dos grandes partidos hayan querido asegurarse de que tras la marcha de Fernández el audiovisual público se mantendrá por la senda de profesionalidad y neutralidad por la que ha discurrido desde la entrada en vigor de la Ley 17/2006, de 5 de junio, de la radio y la televisión de titularidad estatal, que auspició la designación por el Parlamento del primer presidente elegido directamente. Y, sin duda, Oliart, que fue uno de los protagonistas más prestigiosos de la Transición, podría dar el perfil adecuado en lo referente a su insobornable independencia que lo ha llevado a mantener relaciones cordiales con todas las fuerzas políticas. Pero no lo da en absoluto en lo tocante a su provecta edad, claramente inadecuada para un cargo institucional de esta envergadura y que inevitablemente tiene algunos ingredientes técnicos. Porque, aunque su papel se reduzca a la impulsión de un talante neutralista y equilibrado, es claro que le nuevo rector del audiovisual público tendrá que lidiar con las últimas tecnologías y con conceptos virtuales de la Sociedad de la Información que requieren gran agilidad mental y formación específica.