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Cambio en marcha

El presidente Obama ha conseguido que la Cámara de Representantes apruebe una amplia reforma sanitaria, aunque por muy pocos votos y con 39 demócratas en contra

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El presidente Obama ha conseguido que la Cámara de Representantes apruebe una amplia reforma sanitaria, aunque por muy pocos votos y con 39 demócratas en contra. Falta el trámite del Senado, pero si éste no pone encima de la mesa una versión muy distinta de lo acordado, veremos una mejora de la equidad y la justicia del sistema sanitario en EE UU. Será comparable en importancia histórica a la creación en 1965 de las redes de seguridad Medicare, para los ancianos, y Medicaid, para los más necesitados. El principal riesgo es que el alto coste del paquete legislativo eleve el abultado déficit público, por más que el presidente haya prometido financiar la reforma a través de nuevos impuestos para los que más ganan y límites en el gasto sanitario.

La Casa Blanca ha actuado con inteligencia para que la propuesta naciese del legislativo y fuera hilvanada con discreción y paciencia por Nancy Pelosi, quien al final de la negociación ha tenido que aceptar una enmienda en contra de subsidiar abortos con los nuevos seguros, a fin de atraer al grupo de los 64 demócratas provida.

Si lo sustancial del texto se mantiene, el 96% de los ciudadanos estará cubierto por un seguro medico; se creará la obligación individual de contratar un seguro y la obligación de las empresas de cierto tamaño de ofrecer planes de cobertura; se subsidiarán las primas de los seguros para las rentas más bajas; y se dará entrada a cooperativas de titularidad pública para que compitan con las aseguradoras privadas en condiciones de mercado. Sobre todo, se regulará mejor este sector de la economía, protegiendo al consumidor de las prácticas abusivas de los actuales proveedores, que dedican buena parte de sus esfuerzos a denegar prestaciones y pagos y litigar contra sus clientes.

No obstante, la probable victoria legislativa de Obama no se traducirá necesariamente en más popularidad y votos para los demócratas; por el contrario, podría complicarles las cosas. Como hemos visto en las elecciones de Nueva Jersey y Virginia, muchos votantes independientes se han pasado al Partido Republicano y han dejado bien atrás la 'obamania' de hace un año, preocupados por el estado de la economía y menos inclinados a prestar atención a los estupendos discursos del presidente. Obama necesita rematar la faena cuanto antes y comunicar su victoria en términos moderados, de modo que no choque con la extendida mentalidad de libertad individual y desconfianza del gobierno.