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Ocho de cada diez puertorrealeñas se sometena un diagnóstico precoz del cáncer de mama

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Por fuera parece un simple remolque de camión, eso sí, con puertas y escaleras. Por dentro el ambiente es agradable. Josefa es la primera vez que viene, y se le nota algo nerviosa: «El año pasado se me fue, estaba trabajando», comenta rápido. Tiene cinco hijos y cuatro nietos, y se confiesa «hace años que no me miro el pecho».

La actividad de la Unidad Móvil de Detección Precoz de Cáncer de Mama comenzó hace 11 años, y centra su atención en las mujeres entre los 50 y 69 años –rango de riesgo establecido–. En su periplo va alternando su emplazamiento entre el Distrito Bahía de Cádiz-La Janda y el de la Sierra. El próximo destino, a mediados de noviembre, será Vejer –una vez que abandone la localidad–.

La «tasa de captación» (el número de mujeres que acuden de entre todas las convocadas) es en Puerto Real de más de un 84 por ciento, con lo que se supera la media andaluza que está tasada en el 81%. En este ejercicio, que comenzó en agosto, está previsto que pasen por la unidad entorno a las 2.900 mujeres, que son citadas mediante cartas cada dos años

Lole Alza, del Distrito Bahía-La Janda, resalta que el trabajo de la unidad «pretende reforzar el valor de la prevención». «Es importante que no tengan miedo, que participen», recalca. Alza aclara que hasta la unidad pueden acudir todas las mujeres que se encuentren dentro del abanico de edad pertinente, «aunque no hayan recibido la carta», aclara. «Incluso aunque vivan en Puerto Real pero no estén censadas», remacha.

Miguel Ángel Fernández Cantalejo, director del centro de salud de Ribera del Muelle, describe que «si hay alguna mujer con alguna sospecha o antecedentes familiares, se le deriva al Clínico».

Es el caso de Mari Carmen y Antonia Sotelo. Mari Carmen comenta que ella viene haciéndose mamografías en el hospital «desde los cuarenta años». Su madre tuvo cáncer de mama, y ella lo deja claro: «Si por mí fuera, me las haría todos los años».

El mensaje de su hermana Antonia es todavía más directo y contundente: «No hay que tener vergüenza ni recelo, hay que detectarlo a tiempo porque así tiene solución, no con la cosa avanzada». Mientras, Josefa –que entró con todo el temor del mundo–, termina animando a todas aquellas mujeres que tengan el menor miedo. «Que vengan, que no sean tontas», deja antes de despedirse.

puertoreal@lavozdigital.es