Paquito Sánchez (i) vio la roja directa. / O. CH.
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Bloqueado y hundido

Un San Fernando esperpéntico vuelve a flaquear en su feudo y baila al son que le marca un Xerez B que hizo lo que quiso

SAN FERNANDO Actualizado: Guardar
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Muchos, demasiados son los problemas que tiene que solucionar el San Fernando si no quiere que su proyecto deportivo, del que ya empiezan a surgir algunas dudas en un sector de la afición, se vaya al traste antes de lo previsto.

Para muchos, la goleada encajada y el ridículo realizado ayer ante el Xerez B fue el fondo de la crisis. La situación tiene ya que empezar a repuntar.

Lo que está claro es que, a quien le compete, tiene que tomar cartas en el asunto. El mal momento por el que atraviesa el conjunto azulino requiere que se examine minuciosamente punto por punto. Algo está mal, ya no sólo se trata de un bajón de resultados.

Porque lo que se vio ayer sobre el césped de Sacramento va mucho más allá. No sólo se trata de cinco goles en contra, sino de la sensación de bloqueo mental e incapacidad mostrada por un conjunto que parece que no juega a nada, al que le cuesta mucho solventar el trabajo defensivo y del que empieza a tambalearse su tan coreada pegada (270 minutos sin oler portería).

Bastó con que Enrique adelantara a los xerecistas a los 19 minutos, en una jugada en la que se produjeron hasta tres remates seguidos dentro del área ante la pasiva mirada de varios defensores, para que el equipo se derrumbara como el fatídico 11 de septiembre de 2001 lo hicieron las Torres Gemelas.

A partir de ese momento comenzó el recital de los de Alvarado, ex técnico del San Fernando en la década de los 90, y el despropósito de los de Iriondo. Tres goles en 10 minutos del primer tiempo (el equipo se va de los partidos con mucha facilidad, ya le ocurrió lo mismo al encajar dos seguidos el día del Cortegana) y otros dos en el segundo dejaron ver que los de casa no dan una a derechas y los visitantes tienen muy buena pinta. De nuevo hat trick de Rosillo, pichichi de la categoría. Un diez para él y para los suyos. También para la afición, que los despidió con el aplauso merecido mientras que abucheó con ahínco la pésima actuación de los suyos. Esta semana se plantea movida. Se pide a gritos un golpe de timón.