Sociedad

Don Felipe llama a trabajar «codo con codo» en la lucha contra el paro

La vigésimo novena edición de los premios Príncipe de Asturias clama contra los muros y barreras que separan al ser humano

OVIEDO Actualizado: Guardar
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La ausencia de libertad, la pobreza, la enfermedad, la injusticia. son afrentas directas a la condición humana, y a esta nómina se suma también la falta de trabajo. España atraviesa el peor escenario económico de las últimas décadas y el príncipe de Asturias no quiso obviar la pesadilla de los 4,1 millones de desempleados registrados por el Instituto Nacional de Empleo (INEM).

«El paro hiere nuestra dignidad como seres humanos», dijo Don Felipe en su intervención durante la entrega de los premios que llevan su título. Con galardonados como Ismail Kadaré (Letras), la Universidad Nacional Autónoma de México (Comunicación y Humanidades), David Attenborough (Ciencias Sociales), la Organización Mundial de la Salud (Cooperación Internacional) y la ciudad de Berlín (Concordia), entre otros, la ceremonia final de la vigésimo novena edición se convirtió además en un clamor contra los muros y barreras que separan a los seres humanos.

Es su discurso más importante del año y el heredero de la Corona desliza siempre en Oviedo alguna referencia a la actualidad nacional. Ahora el paro es el gran agujero negro y resulta difícil hacer la vista gorda, más aún el día en que se conoció la Encuesta de Población Activa (EPA). El paro «es la consecuencia más dolorosa de la crisis económica que vivimos, hiere nuestra dignidad como seres humanos y constituye nuestra principal preocupación», subrayó Don Felipe ante el auditorio del teatro Campoamor.

Esta situación exige, a decir del Príncipe de Asturias, que «los Estados faciliten» a quienes se encuentran sin trabajo «la necesaria protección social» y activen las políticas de empleo precisas para que jóvenes y desempleados se incorporen cuanto antes en el mercado laboral. Después de un largo ciclo económico de bonanza, las vacas flacas obligan a todos a trabajar «codo con codo», sin esperar «que sean otros los que resuelvan lo que a nosotros nos corresponde afrontar». Y a hacerlo con «generosidad», «sentido de la responsabilidad» y poniendo por delante «el interés general», remató Don Felipe, en lo que sonó a recado especial para la oposición política.

Quizá el recurso sea fácil, pero este año en los premios Príncipe de Asturias tocaba hablar de muros. El paro lo es, de alguna manera, y también lo son el de Berlín, derruido el 9 de noviembre de hace 20 años, el muro simbólico que aísla a millones de personas privadas de acceso a un derecho básico como la sanidad, o las barreras dinamitadas por el teléfono móvil y el e-mail (premio de Investigación Científica y Técnica).

El alcalde actual de Berlín, Klaus Wowereit recogió junto a sus dos predecesores en estas dos décadas el galardón de la Concordia concedido a la ciudad. Un premio a las ansias de libertad de los berlineses -dijo Wowereit-, y a la ayuda prestada en 1989 por «muchos amigos en el extranjero, entre ellos, y no en último lugar, de España, con su presidente Felipe González». Reunificada ya, la capital alemana mira al futuro con optimismo, bastantes problemas y sin olvidar el pasado reciente. «Berlín siempre es consciente de su responsabilidad histórica», apostilló.

Como la libertad, la salud «es la esencia misma de nuestra humanidad común», subrayó Margaret Chan. Ante los invitados a la ceremonia en el Teatro Campoamor, presidida por los Príncipes y con la Reina en el palco de honor, la directora general de la Organización Mundial de la Salud (Cooperación Internacional) habló de patógenos, de la pandemia de gripe A, del sida, la malaria y de las inquietantes diferencias en el campo de la salud entre países.

La cooperación internacional en este terreno es un imperativo ético y una necesidad. «Un mundo con tan grandes desequilibrios en el terreno sanitario no es un mundo seguro», insistió Chan. Los virus, véase el H1N1, no saben de fronteras.

Derecho fundamental

En nombre de los premiados, José Narro, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (Comunicación y Humanidades), defendió el valor de la educación como «vía de superación humana, individual y colectiva». Los pueblos que prosperan son los que la han consagrado como derecho fundamental de sus ciudadanos. Es el antídoto frente al «éxito quimérico, el egoísmo, la corrupción o la indiferencia», ahora que el sistema financiero internacional ha mostrado todas sus miserias.

Para el gran Kadaré (Letras), novelista, poeta, ensayista, sólo el «milagro de la literatura» con su radical independencia es capaz, de nuevo, de traspasar muros y salvar dictaduras «glaciales» como la de la antigua Albania comunista en la nació y creó. El autor de El palacio de los sueños, fijo en las quinielas del Nobel, agradeció que este honor le llegue del país de Don Quijote, un personaje bien conocido en su país. Quizá porque, loco Don Quijote e insano el estado albanés, lo lógico era «que los dos locos se entendieran».

Los ocho galardonados recibieron la escultura creada por Joan Miró, un diploma y una dotación de 50.000 euros por categoría. Fuera del Teatro Campoamor, había menos público que otros años. Quizá porque los premiados van sobrados de méritos pero escasos de tirón mediático, quizá por el tiempo inestable.

A final no llovió, como dicta el protocolo, y se mantiene el récord de 29 ediciones -otros dicen que 28- sin agua.

Margaret Chan es una mujer de carácter. Se nota. Y acostumbrada a hablar en público ante grandes audiencias no se amilanó al mantener en vilo a los organizadores por un lío de papeles.

La directora general de la OMS (Príncipe de Cooperación Internacional) modificó su discurso original para la ceremonia de entrega pero a la hora de la verdad, ya ante el atril, le pasaron el viejo, desechado horas antes. «No me han entregado mi discurso», protestó. Unos segundos de desconcierto, trasiego de papeles y, finalmente, dieron con el bueno. «Creo que lo han hecho con intención», zanjó a modo de chiste. En su intervención retocada Chan se explayó sobre la evolución de la gripe A, las vacunas y su insuficiente distribución en los países más pobres y la labor preventiva de la OMS. «Hasta la fecha -opina- hemos tenido bastante suerte con la evolución de la pandemia».