Editorial

El ahorro del temor

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La crisis está provocando efectos paradójicos en la economía española. Es lo que ocurre con el notable repunte en los niveles de ahorro doméstico, que representó el 24,3% de la renta disponible en el segundo trimestre de este año -el porcentaje más elevado desde que existen registros- y ha devuelto a los hogares una cultura casi erradicada durante los años de alegre y vigoroso endeudamiento. Pero esta contención más razonable en el gasto de las familias, que en condiciones normales resultaría positiva, se ha convertido en una oscura evidencia de los estragos que está produciendo la recesión. El ahorro fruto de la incertidumbre económica y del temor a poder perder el puesto de trabajo, aunque éste incluso no parezca peligrar, no sólo constata la esclerosis que padece nuestra economía; lo grave es que la alimenta al retrasar aquellas decisiones personales que pueden ayudar a estimular el consumo y, con él, la actividad. El balance de las medidas adoptadas por el Gobierno para tratar de reactivarlos -algunas claramente fallidas como la deducción de los 400 euros- indica que no han bastado para superar la desconfianza y el miedo en el futuro inmediato que atenazan a aquellos ciudadanos más inquietos por la fragilidad de su situación económica. Sobreponerse a ese estado de ánimo está estrechamente ligado a que se logre invertir el preocupante declive del mercado laboral. Es decir, no únicamente a que se asegure el sostén de quienes han perdido su puesto de trabajo para evitar un desplome aún mayor del consumo, sino sobre todo a que se adopten aquellas iniciativas y eventuales reformas que contribuyan de manera tangible a recuperar el empleo y volver a crearlo; el mejor antídoto contra el desfondamiento de las economías domésticas.