vuelta de hoja

El árbol de la ciencia

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El Presupuesto, que es aún más miserable de lo que se suponía que iba a ser, ha decretado una tala en el bosque de nuestra investigación. La verdad es que más que un bosque era un parque pequeño, con jardineros que históricamente siempre han ido por libre. En España nunca hemos podido hablar de escuelas científicas, sino de eminentes científicos que iban por su cuenta. Uno de los últimos egregios, Mariano Barbacid, va a abandonar la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. El recorte de la dotación presupuestaria le obliga a tirar la toalla. Tendrá que utilizarla para secar sus lágrimas. Quien a mal árbol se abriga no puede esperar que le cobije buena sombra. El esforzado científico creyó que podía crear su propio proyecto partiendo de cero, pero no contaba con el cero en conducta de nuestros políticos. Convertir la investigación en un erial puede llevarnos al viejo y atrabiliario «que inventen ellos» unamuniano. Los hombres inteligentes también pueden decir una estupidez en algún momento.

Sólo se diferencian de los memos en que éstos la dicen siempre. El Ministerio de Ciencia ha negado que la dimisión de Barbacid estuviera relacionada con el recorte presupuestario. ¿Con qué guarda relación entonces? ¿Con lo bien que nos va la economía en todas sus facetas? El Presupuesto ha rebajado todas las partidas ante el desplome de los ingresos. Nuestro nivel empieza a ser subterráneo. El pago de intereses crece porque la deuda se dispara hiriendo siempre a los mismos, la famosa clase media, que siempre ha estado a medio gas. Nuestros gobernantes son como aquel general que era tan valiente que no se rendía ni ante la evidencia, pero empiezan a desertar las tropas. Incluso las formadas por mercenarios, que son más sensibles que los científicos.