Sociedad

La aventura de África: Las leonas de Manze

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Entre los lagos del mítico río Rufiji se abre un laberinto de balsas de agua que regala una exhuberancia insultante, hirsuta de verdes y abundante en comida y animales. Acacias, ébanos, palmeras... En la reserva de caza del Selous -el parque más grande de África- ruge como el motor de un Formula 1 la cadena trófica y un estallido de especies que devoran a placer a otras especies; una legión sonora de gourmands sobrealimentados, casi una antítesis ecológica de lo que es el África de los hombres.

Cerca de allí una bala alemana terminó con la figura mitológica de Frederic Selous y por aquellos arbustos se libraron las batallas de la Gran Guerra, las escaramuzas entre los ingleses de Smuts y Von Lettow. Si uno cierra los ojos fuerte puede escuchar aún el fantasma de las botas por los caminos. Junto al lago, recostadas sobre la hierba nueva esperan en su terreno doce leonas con sus cachorros. Simba. Majestuosas, más que dignas, se les presume un pelo suave y un cuerpo fuerte y fibroso como la madera de un tronco joven y verde. Se mueven con la dulzura de un gran peluche, como si disfrutaran de la escena de una puesta de sol sobre un lago de millones de metros cúbicos de mercurio.