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Aparece muerto en Jerez de un disparo uno de los reyes del butrón en los años noventa

La principal línea de investigación de la Policía es que fue asesinado en su domicilio Ortega Sánchez formó parte de la mayor y más eficaz banda de ladrones del país

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Un disparo de bala y los gritos de socorro de una mujer rasgaron la quietud en la que estaba sumida, a la una y media de la madrugada de ayer, la estrecha calle Fate de Jerez. En el interior del bajo derecha del nº 3 yacía sin vida el cuerpo de Juan Miguel Ortega Sánchez, quien debía haber cumplido 45 el próximo mes de agosto. Bajo un nombre y apellidos muy comunes, se escondía un antiguo quebradero de cabeza para la Policía Nacional. Ortega fue en la década de los 90 uno de los reyes del butrón, «todo un especialista en el uso de la lanza térmica», decían ayer fuentes policiales. Esa herramienta permite agujerear cajas acorazadas como si de mantequilla se tratara y fue esa habilidad la que le llevó a ser lugarteniente de la banda de Cásper, causante, por poner un ejemplo, de llevarse 1.000 millones de las antiguas pesetas del Banco Popular de Yecla (Murcia) en la Navidad de 1998.

La principal línea de investigación de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría jerezana es que el viejo ladrón de bancos fue víctima de un asesinato por encargo. Si bien, al cierre de esta edición no se descartaba por completo el suicidio; algo habitual en las pesquisas que nacen con indicios confusos y hasta rocambolescos.

Ese punto absurdo lo pone el relato de familiares del fallecido. Según éstos, Juan Miguel estaba en una habitación en compañía de un individuo. Cuando sonó el disparo, este desconocido salió de la estancia y anunció que el fallecido se había quitado la vida. Para después salir huyendo. La explicación que dio antes de darse a la fuga es que está en tercer grado y no quería problemas con la Policía.

Las mismas fuentes señalaron que no parece ser el comportamiento del testigo de un suicidio, a sabiendas de que su salida a la carrera arroja más sospechas que despejarlas, siempre y cuando ésa sea la verdadera sucesión de los hechos ocurridos tras el disparo.

El cuerpo de Juan Miguel presentaba un único disparo, realizado con arma corta, a la altura del pecho, dirigido al corazón. La ubicación de la herida tampoco es habitual en las muertes voluntarias con arma de fuego. La boca y las sienes son zonas que se ajustan más al perfil de un suicida.

Pero el pasado de Ortega Sánchez es lo que da más fuerza a la principal línea de investigación de la Policía: su muerte se debió a un ajuste de cuentas. Las primeras indagaciones han consistido en identificar a la persona que estuvo en el último momento con Ortega. Al parecer, anoche ya estaba localizado.

Juan Miguel formó parte de la organización liderada por Ángel Suárez Flores, alias Cásper. Este personaje llegó a estar implicado en el robo de obras de arte a la empresaria Esther Koplowitz o en el intento de asesinato del abogado Rodríguez Menéndez. Pero la vinculación con el jerezano Ortega, la Policía la rompe en 1999, cuando desavenencias entre ambos les llevó a tomar caminos distintos.

Escurridizo y siempre en un segundo plano, reconstruir los últimos años de Juan Miguel es una tarea complicada. La información del fallecido, incluso en internet, parece detenerse entre 1999 hasta la fecha. Sin embargo, este periódico pudo contrastar que su última detención se produjo en la localidad alicantina de Ibi el 24 de septiembre de 2001 por un robo con fuerza. A la hora de ser identificado, comprobaron que le reclamaban dos juzgados -el Penal nº 3 de Jerez y el Penal nº 4 de Málaga- por distintas causas. El 13 de junio de 2008 salió en libertad provisional. Sus últimos destinos penitenciarios habían sido el CIS (Centro de Inserción Social) Victoria Kent de la capital madrileña, donde son derivados los presos que acceden al tercer grado y están cerca del cumplimiento de la pena, y la prisión de Madrid II, donde estuvo recluido los últimos años por llevarse un botín en coca.

Otros miembros caídos

Dos de los miembros de la banda de la que formó parte a mediados de los noventa hasta final de década, también acabaron de forma trágica sus vidas. Curiosos precedentes que podrían no ser simples coincidencias: Iván Llorente Liébana murió acribillado a tiros en Motril (Granada) en junio de 2002. Trataba de esconderse en la costa andaluza, haciéndose pasar por otra persona. Pero dieron con él. Un año antes otro integrante de los escalafones inferiores de la organización también fue víctima de otro ajuste de cuentas. Se trataba de un individuo apodado El Mazas, quien recibió en Madrid tres tiros en la cabeza un 26 de noviembre.

Pese a que la Policía llegó a imputar a Ortega Sánchez con 25 grandes robos en los 90, de la mayoría salió airoso. No así ocurrió en la madrugada de ayer.

stubio@lavozdigital.es