MUNDO

Paraísos perdidos

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S e dice por aquí, en México, que la gripe ha dejado más muertos en el después que en el durante: muertos de hambre. Hasta es posible que en proporción a sus habitantes haya causado más en Reino Unido o Australia. Pero el turismo tiene una fina epidermis que regenera con dificultad, como el cerebro de algunos políticos. Y las organizaciones terroristas siempre supieron que, como sucede con los boxeadores, un castigo constante infligido en un órgano estratégico, el hígado, causa un fallo multiorgánico que conduce a la apatía y, indefectiblemente a la derrota, o a la muerte. El turismo es un púgil vulnerable y cualquier ataque produce en él efectos tan perniciosos e indestructibles como el mercurio. Como la depresión, que no se cura y puede recobrar la virulencia con tan sólo un recuerdo.

Indonesia y México pasaron de la exaltación, casi tocaban el cielo y muchos creemos que se instalaron en él, a las profundas simas del recelo o el miedo. Son más temerosas que el dinero. Pero nadie imaginó que Bali renaciera después de los terribles golpes de Al-Qaida contra su hígado, el ocio. Sin embargo, en poco tiempo, Indonesia ha vuelto a ser un país pujante, el más prometedor del sudeste asiático. Tuvo también que sacudirse para ello la dictadura terrible que lo vampirizó durante más de treinta años. Suharto amasó una fortuna de 24.000 millones de euros y fue considerado por Transparency International como el hombre más corrupto del mundo. Su dimisión trajo la esperanza y su muerte, igual a lo sucedido con los 'nosferatu', la recuperación de sus víctimas para la vida. Pero acaso convenga no olvidar que Indonesia tiene una población de 240 millones de habitantes, que lo convierte en el cuarto país más poblado de la tierra. El potencial que contiene su ruina. Gobernar este planeta, que ahora circula libre y a toda velocidad, produce vértigo si tenemos en cuenta que un 80% de la población profesa la religión islámica, lo que le convierte en la mayor nación musulmana del mundo.

Los últimos atentados contra hoteles en la capital. Yakarta, no son su destino sino un síntoma de vulnerabilidad. Y tiene que ver con el altísimo precio que pagan los paraísos. En el Caribe mexicano, se dice que que cada diez años el huracán hace retroceder a la región otros cincuenta. Pero nadie cuenta con el vigor del trópico, que restaña las heridas a la misma velocidad que las produce. Ése, digamos, es el valor fijo, luego está la violencia, corrupción e inepcia de sus políticos.