Una mujer de la etnia musulmana uigur durante una manifestación convocada en Urumqi (China). / Efe
análisis

Mundos enfrentados

TENIENTE CORONEL. PROFESOR DEL CESEDEN Actualizado: Guardar
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Era cuestión de tiempo que se produjera la explosión de la latente violencia en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang. O Uiguristán, como gustan decir los uigures, musulmanes desde el año 934. En este 17% del territorio chino –tres veces España-, a más de 3.000 kilómetros de Pekín, sus 21 millones de habitantes se reparten en dos mundos que viven permanentemente enfrentados.

Los de etnia han, afines al Gobierno central y dominadores de la vida política y social, han septuplicado su presencia desde 1949, representando ya casi la mitad de la población; en parte gracias al Cuerpo de Producción y Construcción creado en los años 50 con más de 100.000 militares desmovilizados, que da trabajo a tres millones de han, con un control casi absoluto sobre la economía de la región. A los que se añaden las decenas de miles de militares en activo y sus familias. Un mundo que no comprende el separatismo, tan contrario a los principios comunistas oficiales del país. Incapaz de entender por qué las etnias minoritarias rechazan el progreso llevado por ellos a la zona.

Enfrente, un pueblo uigur que, al igual que las otras 17 minorías de la región –principalmente kazajos, hui y mongoles-, se siente marginado, explotado y oprimido por Pekín, sólo preocupado de su floreciente costa oriental. Considera que sus derechos humanos no son respetados, y que el “mundo armonioso” que reza como lema del 60º aniversario de la llegada al poder del Partido Comunista que se celebrará en octubre es una gran farsa. Los uigures se ven relegados a un campo pobre, en proceso de desertización, e imposibilitados para salir de un analfabetismo próximo al 30%. Y sin acceso a los fabulosos recursos que sus tierras ancestrales ocultan, todavía sin explotar: el 40% del carbón de toda China, oro, uranio, cobre, plomo, zinc y tungsteno; posibles depósitos inmensos de petróleo; millones de metros cúbicos de gas; y un enorme potencial de energía eólica. Tapón estratégico ante cualquier intento de invasión, ésta es una zona vital para Pekín, potenciada ahora por ser el corredor comercial y energético con Asia Central y Pakistán. De imposible renuncia, se ha convertido en la primera preocupación de seguridad interna para China y en ejemplo de las grandes amenazas que el extremismo –político y religioso-, el separatismo y el terrorismo le pueden suponer en el futuro.