ANÁLISIS

El sueño eterno

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R eparo en la novela de Raymond Chandler y me lleva a la actualidad española. Es la consecuencia de pensar mucho en lo que deseo para mi país la que me instala en la eternidad del sueño. La vida, la política tan escasa y previsible, la dirigen gente como nosotros, seres ordinarios y menesterosos. No hay un director de cine como Howard Hawks colocando en la pantalla aquí un Humphrey Bogart, aquí una Lauren Bacall y más allá a Martha Vickers. Sólo pasa en el cine, y Aute dice que los sueños cine son.

Libro y película son dos portentos de la creación. Destaca la figura del detective Philip Marlowe, un tipo duro y con humor asomado a las alcantarillas de una sociedad espléndida dirigida por hombres con rostro de sepulturero.

En éstas estaba cuando me preguntaba por lo que haría Marlowe aquí. La película, como la vida, sigue siendo ininteligible por densa y articulada. Hawks se cuida en abrir y cerrar las escenas con Bogart, de tal forma que el espectador sólo sepa lo que Bogart quiere que sepa. Un truco divertido y elemental que pasa inadvertido entre nosotros. Zapatero trabaja así. Abre y cierra las escenas del embrollo nacional. Y si no las cierra él, el hilo argumental no tiene relevancia. No hay un plano que pase de Zapatero a Rajoy, de Rajoy a Duran i Lleida y de éste a Erkoreka. Que caminen en una misma dirección no deja de ser más que eso, el sueño eterno de un país anestesiado.

Y sin embargo, dos dirigentes hace unos meses menores acaban de rodar la gran película. En un mundo de insatisfacciones de todo tipo, donde hablamos de los brotes verdes como si fueran cuadros de Tiziano en El Prado, Patxi López y Antonio Basagoiti dictan un gran discurso: se puede tener adversarios, pero no enemigos; se puede decir lo que está bien hecho. Y se puede decir la verdad. López en Madrid: mi partido y el de Rajoy deben entenderse. Y aunque él no lo afirma yo lo interpreto así: ¡Basta ya, no se puede hacer política despreciando al otro! ¡No ven lo que pasa en el País Vasco!

Esta misma semana, con el cuerpo caliente de Eduardo Puelles, Basagoiti decía en Punto Radio que López lo estaba haciendo bien y que así lo reconocía sabiendo que tendrá que disputarle unas elecciones. Le escuchaba y noté que empezaba a despertar del sueño eterno. Y me acorde del libro de Chandler.

Desde eso que algunos llaman la periferia, ese lugar en que tanto se discute el alma de España, llegan clases a distancia de cómo gobernarla. Qué paradoja. Dudo mucho que terminen entendiéndolo.