vuelta de hoja

El aviso

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Así como hay dignísimos representantes del alto clero que siguen creyendo que el problema de la sequía puede ser combatido mediante la oración, hay políticos como nuestro presidente Zapatero convencidos de que las épocas de crisis se solucionan con sonrisas, pero lo que puede ser una buena técnica para una maître de hotel no resulta válida para dirigir un país. El verano encubre muchas cosas y hemos salvado los chiringuitos y sus municiones de níquel y de sombra de las sardinas. Quiere decirse que por ahora sigue habiendo gente que come y niños que insisten en meter todo el mar en sus cubos de plástico. Pero, ¿qué va a pasar cuando llegue el invierno? Bien sabe Dios y mis dioses mediterráneos que nunca he temido al pesimismo, aunque me guste mucho estar tumbado. El presidente del Banco Central Europeo, que es un tipo bastante antipático, ha dicho que nuestro país «no tiene más margen de endeudamiento». O sea que hasta aquí han llegado. Y han puesto el conocido letrero de algunas tabernas: «Hoy no se fía, mañana sí».

El señor Jean Claude Trichet reclama que España ponga en marcha una reforma laboral que permita despidos más baratos y salarios más moderados. La verdad es que hemos recibido ofertas más sugestivas que esas y hemos sabido desdeñarlas. No se traidor el que avisa, ya que el que avisa puede ser un malagel, o un gafe en cualquier de sus modalidades conocidas –sotanoide o manzanillo– algunas de las cuales puede provocar catástrofes naturales con su sola presencia.

El tacto de la audacia, según Jean Cocteau, consiste en saber hasta dónde se puede llegar demasiado lejos. No lo han tenido nuestros avariciosos banqueros, que no se conformaron con más, sino con mucho más. Está claro que ellos siempre cuentan con los pobres para sacarles de apuros.