Violencia octogenaria

El asesinato de una mujer de 80 años por parte de su marido de 84 y el posterior suicido de éste enlutaron ayer la localidad madrileña de Parla con un nuevo caso de violencia doméstica. Pero el hecho de que tanto la víctima como el victimario fuesen octogenarios obliga a no confundir dentro de la misma estadística, y como efecto de un reproche moral sin distingos, situaciones que merecen una reflexión específica. La sucesión de casos perpetrados por hombres de tan avanzada edad contra sus parejas invita a pensar en la existencia de una patología social que se desencadena en forma de violencia al final de la vida, quizá como efecto de una tensión acumulada que se ceba en el ser más indefenso. No hay causa alguna que permita justificar o atenuar la gravedad de tal proceder. Pero es necesario que los especialistas traten de diferenciar las circunstancias que concurren en cada muerte provocada en el seno del hogar o como consecuencia de relaciones afectivas para mejor prevenir su proliferación.