Sociedad

La nueva vida de Elisabeth

La hija del 'monstruo de Amstetten', que vivió 24 años cautiva en un sótano, descubre el amor con uno de sus guardaespaldas

| CORRESPONSAL. BERLÍN Actualizado: Guardar
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Elisabeth Fritzl tiene 43 años.Vive protegida por un grupo de guardaespaldas en una pequeña localidad austriaca, donde trata de olvidar lo que el mundo entero sabe: que fue encerrada por su padre en un zulo construido bajo el jardín de la casa familiar, donde durante 24 años de cautiverio fue violada sistemáticamente por su progenitor y dio a luz a siete niños.

«Tuve tantos niños con ella para que siempre se quedara a mi lado. Una madre de siete hijos ya no es atractiva para otros hombres», admitió Josef Fritlz, bautizado por la prensa austriaca como el monstruo de Amstetten, al ser interrogado por una psicóloga. Cuando Elisabeth recuperó la libertad, confesó que se había resignado a su martirio después del nacimiento de su primera hija, Kerstin, en 1989.

El monstruo tuvo éxito al convertir a su hija en una esclava sexual, pero nunca pudo doblegar su dignidad. La primera señal de que la mujer no había sucumbido a su tortura llegó durante el juicio, cuando Elisabeth quiso estar presente en la sala durante la proyección de su testimonio, un vídeo escalofriante de once horas de duración. La víctima reveló con ese gesto valiente su férrea voluntad de obtener justicia, pero también su determinación de recuperar la normalidad robada. La presencia de su hija resquebrajó la altanería de Fritzl, quien le pidió públicamente perdón y se declaró culpable de todos los cargos.

La página electrónica del periódico Österreich desvelaba ayer una nueva muestra de que Elisabeth está dispuesta a rehacer su vida. «Trece meses después de su liberación, las terribles heridas parecen haber cicatrizado totalmente y la mujer ve el mundo con otros ojos: está enamorada de los pies a la cabeza», reveló.

Según el periódico, el hombre que ha convertido a Elisabeth en una mujer feliz se llama Thomas W., es mucho más joven que ella y durante meses formó parte de un equipo de seguridad que protegió la intimidad de la víctima y de sus hijos. «Era algo que se veía venir», señalaron los compañeros del guardia, citados por el periódico. «Ambos actúan como una pareja y ahora viven juntos».

Ha sido casi un milagro. Cuando Elisabeth abandonó su cárcel para visitar a su hija en un hospital, tenía un aspecto enfermizo, el rostro pálido, el cabello ceniciento y los dientes manchados por la falta de vitaminas y tratamiento dental. Pero, a las pocas semanas de recuperar la libertad, Elisabeth se hizo teñir el pelo de rubio, se arregló la dentadura, estrenó sus primeros vaqueros y comenzó a disfrutar del aire libre y la naturaleza en compañía de sus hijos. «Es una mujer atractiva, de las que hacen girar la cabeza a los hombres», aseguró Heinrich Schmatz, un fotógrafo que documentó su recuperación por encargo de las autoridades. El pasado está cada vez más lejos.