El fotógrafo visitó el país poco después de que estallara el último conflicto en la zona. / GONZALO HÖHR
LA MUESTRA

Gonzalo Höhr: memorias del camino

El fotógrafo gaditano despliega su particular «mapa del mundo» en la muestra que inaugura mañana en El Baluarte

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«El camino más corto para conocerse uno mismo es dar la vuelta al mundo». Lo escribió Manu Leguineche, hace 34 años. Quizá se trate sólo de una exageración premeditada, de una especie de metáfora extrema, porque el periodista justifica luego su teoría de una forma muy sencilla: «Sólo cuando el hombre se enfrenta a situaciones que antes no ha vivido, cuando se pone a prueba en un medio que no es el suyo, cuando está obligado a relacionarse con gente con la que, a priori, parecía no tener nada en común, accede a partes de sí mismo que desconocía, activa mecanismos ocultos o dormidos y, de una u otra forma, se redescubre -o se reinventa- como ser humano».

El fotógrafo gaditano Gonzalo Höhr ha llegado, sin conocer los vagabundeos de Leguineche ni el complejo armatoste teórico con que los sustenta, a las mismas conclusiones. Viajar es un método rápido de aproximación a la realidad externa -siempre dispersa, complementaria o contradictoria-, pero sobre todo es un medio para comprobar «lo poquísimo que sabemos de nosotros mismos, de nuestras reacciones, de nuestros miedos, o simplemente de nuestra capacidad de adaptación».

Durante los últimos diez años Höhr se ha retado una y otra vez como fotógrafo. Ahora, en la muestra 1998-2008, que se inaugura mañana en El Baluarte de la Candelaria, recorre esta década fundamental de su trayectoria. A través de más de 150 imágenes construye un mapa de lugares, una geografía personal por la que ha transitado, cámara en ristre, en busca de esos momentos cotidianos pero significativos que conforman la historia pequeña de la humanidad, la que no aparece en las monografías, en los estudios académicos y en las enciclopedias.

Durante sus viajes, la fotografía documental ha pasado de ser una tendencia, casi involuntaria, a una obsesión. «Lo que ocurre es que el término sigue siendo algo difuso, falto de concreción: es una fotografía cercana al reportaje periodístico, pero se aleja del acontecimiento para diseccionar la cotidianidad de forma espontánea, y convertir así la vida diaria en materia prima para conocer y acercarnos a otras culturas». No piensa abandonarla ahora, de nuevo en Cádiz, donde aborda «un ilusionante proyecto»: GotaEstudio, junto a la fotógrafa Tania Castellanos.

De Mali a Damasco

Las huellas del hambre en Mali, los mitos de la lucha libre en México, las esencias caribeñas de Viñales, la peligrosa heterodoxia de Beirut, el exotismo de Damasco, la ciudad sagrada de Chefaouen, el cosmopolitismo de Italia, Berlín o Londres, se suceden en las imágenes que constituyen el cuerpo de la exposición.

Sin duda, la más dolorosa y a la vez fructífera de sus experiencias fue su participación en un proyecto de Acción Contra el Hambre, en Mali: «Aquella convivencia me enseñó que la capacidad de supervivencia del ser humano no tiene límites». Sin embargo, en cada tramo de este largo periplo personal y profesional aprendió algo. «Me he topado con personas que sabían que el viaje es la alternativa más reconfortante cuando la vida se pone áspera. No me refiero a hacer turismo, sino a cambiar por completo su entorno por otro que desconoces totalmente», apunta. Durante el proceso de adaptación a ese nuevo lugar, las preocupaciones cambian y «la novedad te envuelve». Sin embargo, esa suerte de paréntesis existencial no dura siempre, y los motivos para continuar en el camino varían sobre la marcha: «Un día, antes de comenzar uno de esos viajes, alguien me dijo: La felicidad que no encuentras en tu casa tampoco la encontrarás lejos. Desde entonces no viajo huyendo de nada, sino para comprender mejor las circunstancias y el lugar al que regreso». «Es la primera vez que pongo sobre la mesa las imágenes que durante diez años han conformado mi pequeño mapa personal. Ahora he decidido hacer una parada, tomar aire y seguir haciendo lo mismo, pero a partir de un punto y aparte, con la esperanza de encontrar nuevas vías que me lleven a otros lugares».

La muestra dedica además un apartado especial a los «tiempos muertos del viaje». Trayectos en coche, en tren o en avión que propician un modo de observación distinto: «Cuando nos desplazamos, el tiempo desaparece, muere y el espacio se dispersa. No estamos ni aquí ni allí, la mente se despeja y los que te rodean parecen mostrar sus pensamientos a gritos».