TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

La odisea del odyssey

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El Gobierno español ha obtenido una primera victoria ante la justicia de Estados Unidos. El pasado jueves, un tribunal de Tampa, en Florida, dictaminó que el tesoro por valor de 395 millones de euros que la empresa Odyssey Marine arrambló hace un par de años, debía entregarse al Estado español. Y es que aquellas 17 toneladas de monedas de plata y oro procedían del pecio de la fragata de la Real Armada Nuestra Señora de las Mercedes. ¿Qué pasará con la iniciativa legal del gobierno peruano que también reclamaba el hallazgo en memoria de los incas? Un misterio más. O una anécdota.

Menos mal que, en su día, el Gobierno español tuvo cintura suficiente como para buscarle las vueltas legales a tan poderosa empresa norteamericana, tal y como recomendó en su día Julián Martínez cuando ocupaba la dirección general de Patrimonio en el ministerio de Cultura que titulaba Carmen Calvo. Y todo ello a pesar de que dicha firma contaba con un pintoresco permiso del ministerio español de Asuntos Exteriores, para localizar al “HMS Sussex”, que naufragó en 1694. No fue la única descoordinación ministerial. En Defensa, se entendía que las extrañas actividades de Odyssey, podrían frenarse al amparo de la ley española de Auxilios, Remolques, Extracciones y Hallazgos que data de 1962 pero que sigue vigente. Para colmo, el caso roza el conflicto internacional si se tiene en cuenta que en la formidable maniobra de distracción que envolvió el rescate intervino el buque “Ocean Alert”, contratado al efecto por el Gobierno británico. Ahora, empiezan a esclarecerse algunos extremos, como que Odyssey puso en marcha dos operaciones distintas: la de este hallazgo próximo a las costas portuguesas y la que llevaba a cabo en el Estrecho de Gibraltar. La Guardia Civil estaba convencida de que las monedas no procedían de allí porque monitorizaron constantemente a la embarcación por medios combinados de satélite y el de radio denominado AISS y difícilmente también hubiera podido pasar desapercibida la utilización de un sistema robótico llamado ROV que pesa siete toneladas y es difícil de ocultar. Se trataba de un señuelo y el verdadero partido se jugaba en la otra esquina de la costa, sin que nadie se coscara de ello.

En la decisión del juez norteamericano habrán pesado sobremanera los argumentos del James A. Goold, contratado por el Gobierno español y que esgrimió el precedente de que los tribunales del Estado de Virginia rechazaron en el año 2000 una demanda de la empresa cazatesoros Sea Hunt sobre la propiedad de dos fragatas españolas, “La Galga de Andalucía” y “Juno”, que finalmente recobró nuestro país a cambio de un generoso talón a nombre de James Hunt, el abogado que nos representó entonces y que pasó a ser luego presidente ejecutivo de Odyssey Marine Exploration. Ahora, a ver qué ocurre con la apelación de Odyssey, frente a la recomendación del magistrado Mark Pizzo, que basa su dictamen en la Ley de Inmunidad de Soberanía Extranjera. La tesis del bufete que defiende a los intereses españoles en este caso se basa en que el lugar profanado por Odyssey Marine supone un auténtico cementerio marino con más de doscientas víctimas mortales, o sea, el escenario de la batalla naval del Cabo de Santa María, entre la flota británica y española, a 5 de octubre de 1804, apenas un año antes de Trafalgar.

Odyssey parece que busca un arreglo con las autoridades españolas. Pero a la luz de las leyes de protección del patrimonio vigentes en nuestro país resulta inviable ese tipo de acuerdo sobre los derechos de propiedad de más de 500.000 monedas de oro y plata que iban a bordo. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, en un principio, Oddyssey anticipó que solicitaría una compensación por recuperación. Sólo que la cifraba en un 90 por ciento de lo extraído. También está por ver, de ultimarse favorablemente los trámites judiciales, qué es lo que recobrará España porque se sabe qué es lo que consta en el registro de los depósitos del hallazgo, pero no así lo que Oddyssey ya podría haber distraído a la acción de la policía: mucho oscurantismo hubo en torno al hallazgo anunciado a 18 de mayo de 2007, con la ocultación de la localización exacta del mismo así como del nombre del pecio al que, en mitad de una operación de marketing con el estreno de la tercera parte de “Piratas del Caribe” por la Disney, se bautizó en los medios como “Black Swann”, en memoria de la película de Henry King, protagonizada en 1942 y por Tyrone Power y Maureen O’ Hara. Lo que en su día llegó a Gibraltar no fueron las monedas, posiblemente evacuadas vía Portugal, sino simple maquinaria fletada en un Boeing 757 rumbo a Nueva York y que habría supuesto una nueva maniobra de distracción.

Por ahora, la empresa Odyssey lleva ya varios meses aprovechando el hallazgo al comercializar en su propia página web una serie de réplicas de los escudos de oro y reales de plata con la efigie de Carlos III que encontraron en las bodegas del buque y a precios que oscilan entre 20 y 60 dólares. La empresa fundada en 1994 por el publicitario Greg Stemm acaba de encontrar otro pecio, esta vez en el Canal de la Mancha, donde desde hace mucho buscaban al “Merchant royal”, naufragado en 1641 frente a las costas de Cornualles. En este caso, aseguran que se trata del legendario “HMS Victory”, un buque que capitaneaba el almirante Sir John Balchin, cuando fue hundido en 1744 bajo una fuerte tormenta. Su nombre, por cierto, lo heredaría el barco insignia de la flota británica que capitaneaba el almirante Nelson en Trafalgar.