CRÍTICA DE TV

Debates

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Esta campaña electoral para las europeas no pasará a la historia por el éxito de sus debates televisivos. Ha habido tres de ámbito nacional y los tres han sido, cada cual en su nivel, un fracaso. El primero, un cara-a-cara entre los candidatos del PSOE y el PP en TVE-1, adoleció de un exceso de rigidez. Pudo haber sido un debate útil, pero la Pública lo estropeó con aquel chafarrinón de meter un anuncio electoral del PSOE justo después del programa, de modo que la noticia dejó de ser el debate para ser el chafarrinón. El segundo asalto fue, el pasado lunes, otro cara-a-cara con los mismos protagonistas en Antena 3. Sobre el debate de Antena 3 hay que decir una cosa y es que estuvo pésimamente puesto en escena. No por decorados, realización o iluminación, sino por organización.Dio la impresión de que la cadena, escarmentada en cabeza ajena por la excesiva rigidez del debate anterior en TVE-1, quiso hacer una cosa más flexible y vistosa, como con mayor espontaneidad, y al final el resultado se le fue de las manos. ¿Simple impresión de espectador? Impresión, sí; simple, no. Y lo peor: cada vez menos espectadores. Esta última tendencia se verificó el miércoles en el tercer y último encuentro, otra vez en TVE-1, y ahora con cinco protagonistas, porque a los dos anteriores se unían los otros tres grupos que cuentan con representación en el Parlamento Europeo.

Hablábamos de que cada vez hay menos espectadores: 2,6 millones (13,9%) en el primero de TVE-1, después 1,9 millones en Antena 3 (10,9%) y, por último, menos de millón y medio de espectadores (8,3%) en el debate entre cinco. Pasma ver cómo, en el mundillo de la tele, hay quien se apresura a hacer sangre sobre estos resultados, como si estuvieran hablando del último reality-show; es como si los partidarios de la tele-espectáculo desearan con todas sus fuerzas que nunca más se emita ningún debate. Sobre esto habría que hacer dos consideraciones. La primera: la cifra del primer debate (ese 13,9%) no era en absoluto un mal resultado. La segunda: los debates en grandes citas institucionales hay que darlos siempre y en cualquier caso, porque son vitales para la democracia. Y si el público les vuelve la espalda, lo que falla no es la tele, sino nuestra vida pública. Para reflexionar.