MUNDO

Moscú disimula con buenas palabras su lejanía de la Unión Europea

La cumbre de Jabárovsk se salda con el único acuerdo de que se mantenga el diálogo sobre energía y seguridad

| ENVIADO ESPECIAL. JABÁROVSK Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Rusia y la Unión Europea se reconocieron ayer una vez más como «socios estratégicos». Sus respectivos dirigentes hablaron en la ciudad siberiana de Jabárovsk de una «mejora en el nivel de confianza mutua». El presidente ruso, Dmitri Medvédev, aseguró incluso sentirse «satisfecho» del resultado de la cumbre. Sin embargo, la realidad es que se recuerdan pocos encuentros tan improductivos como el de ayer. No se trazaron planes concretos a corto plazo, salvo «seguir dialogando», no se firmó ningún acuerdo, ni se concretaron pasos inmediatos en los calendarios ya establecidos en las citas precedentes. Tampoco se han sentado las bases para evitar que se repitan cortes en los suministros de gas a la Unión Europea.

«Esta cumbre en la lejanía ha creado una atmósfera que recordarán largo tiempo nuestros invitados europeos», declaró ufano Medvédev, en clara referencia a la inmensidad de Rusia y a la belleza de la región de Jabárovsk. Lo dijo durante la rueda de prensa que se celebró posterior a su encuentro con el jefe del Estado checo, Václav Klaus, cuyo país preside la UE en el actual semestre; con el presidente de la CE, José Manuel Durao Barroso; y con el jefe de la diplomacia europea, Javier Solana.

«Rusia no participa ni participará en la Carta Energética en su actual redacción», lanzó Medvédev en un tono que hasta el primer ministro, Vladímir Putin, procuraba evitar en sus últimos años de mandato al frente del Kremlin. El documento fue firmado el 17 de diciembre de 1991 por 51 países del mundo, Rusia entre ellos, con el objetivo de fomentar la transparencia y la libre circulación de capitales en el mercado internacional de la energía.

Monopolio

Moscú, sin embargo, no llegó nunca a ratificar el documento, cuyo contenido considera lesivo para sus intereses, puesto que su deseo es el de reservarse el derecho de mantener cerrado a cal y canto el sector ruso de la energía a los inversores extranjeros, con el objetivo de permitir que Gazprom siga monopolizando la exportación y el transporte de gas.

A la pregunta sobre si podría garantizar la fiabilidad de los suministros de gas en el futuro, el máximo dirigente ruso respondió: «¿Por qué habríamos de dar garantías?». Según su opinión, «que dé garantías el que tiene que pagar por el gas», en alusión a Ucrania, país por el que pasan los gaseoductos que conducen el 80% del combustible con destino a Europa.

Medvédev echó aún más leña al fuego al poner en duda que Kiev tenga capacidad para hacer frente al pago de los 4.000 millones de dólares (unos 2.850 millones de euros) que cuestan los 19.500 millones de metros cúbicos de gas que acaba de encargar a Rusia. Tampoco se vislumbra qué va a pasar con el gran acuerdo estratégico de cooperación entre Moscú y Bruselas. El vigente en la actualidad es una prolongación del firmado en el año 1997 para un periodo de diez años.

Medvédev aseguró que «seguiremos dialogando». Este tratado deberá regular los cuatro ámbitos comunes en las relaciones entre Rusia y la Unión Europea: Economía, Libertad y Justicia, Seguridad y Educación además de Cultura e Investigación científica.

Otro de los desencuentros de la cumbre fue el debate sobre la llamada Asociación Oriental, iniciativa lanzada en marzo en Praga para lograr una mayor vinculación a la Unión Europea de Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania. Según el jefe del Kremlin, «no han logrado convencerme» de que tal asociación será inocua para Rusia. «Algunos de los participantes en la iniciativa, no miembros de la UE, van contra Rusia y eso nos preocupa», añadió. Según sus propias palabras, «no nos gustaría que la asociación consolidase a ciertos estados».

Dmitri Medvédev dio además a entender que su propuesta para crear un nuevo sistema global de seguridad en Europa, que sustituya a la OTAN, ha caído en saco roto. «La UE demostró durante la crisis de Georgia que tiene capacidad de reacción, pero para prever y evitar estas crisis en el futuro deberíamos de establecer un marco de seguridad nuevo en el ámbito europeo», puntualizó.