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Jordania recupera el papel de mediador con el mundo árabe

| JERUSALÉN Actualizado: Guardar
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El camino a Washington pasa por Amán. Aunque Jordania prefiere no airearlo, desde que en abril se convirtiera en el primer líder árabe en ser recibido por Barack Obama en la Casa Blanca, su rey, Abdalá II, está encabezando por encargo del presidente de EE UU la tarea de consultar a sus homólogos de Arabia Saudí, Siria o la Autoridad Palestina hasta dónde estarían dispuestos a ceder para alcanzar la paz con Israel. La base de la «nueva oferta» es la vieja iniciativa árabe de 2002: relaciones plenas con el Estado judío a cambio de que regrese a las fronteras de 1967, pero Obama quiere saber si hay flexibilidad en los asuntos más graves como para despertar el interés de Israel.

Considerado un moderado genuino, el papel ha otorgado al actual monarca hachemí algo de aquella aureola que rodeó a su padre, Hussein de Jordania, el aliado árabe más fiel de Occidente en Oriente Próximo y eterno amortiguador de las crispaciones de la región. En su último mensaje público antes de morir, el monarca Hussein confesaría: «Siempre intenté conseguir una paz global, y utilicé toda mi influencia para apoyar a nuestros hermanos palestinos, ayudándoles a establecer su Estado en su suelo». Parece que la historia, y Obama, están dispuestos a poner a prueba si el heredero es capaz de continuar lo que persiguió su padre.

Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Georgetown, Abdalá está desplegando las consultas pedidas por EE UU. No en vano, el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, voló el jueves a verse con él antes de la reunión que hoy mantendrá con Obama. Pero Abdalá ni siquiera recibió al mandatario judío en Amán, sino en su palacio playero de Aqaba, y allí le emplazó con severidad a comprometerse «inmediatamente» con la solución de dos Estados.

No pasan por su mejor momento las relaciones entre Israel y Jordania, casi suspendidas tras la ofensiva en Gaza. Pero todos admiten que el rey conoce la dinámica palestina o la importancia geoestratégica de Cisjordania, de ahí que se vea con buenos ojos su «rol vital» en el proceso que se avecina.