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Mientras llega lo peor

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Por quinta vez en lo que va de año, un alto cargo del mundo mundial, un jerifalte de los que mandan mucho y deben de saber más ha pronunciado la frase: «Tenemos que prepararnos para lo peor». Esta vez fue la máxima responsable del sistema sanitario norteamericano y se refería a la gripe porcina (llamada nueva gripe desde hace 48 horas para no molestar a los gorrinos, por si algún día votan). Pero durante los pocos meses que van de este año, se ha escuchado la misma frase referida a varias situaciones de índole laboral o económica. «Tenemos que prepararnos para lo peor». «Tenemos que prepararnos para lo peor». De tanto asustar, las palabras se desgastan y pierden sentido. Habría que empezar por preguntarle a un mandatario, cada vez que la dice, ¿Podría definirme claramente qué entiende usted por «lo peor»? A partir de ahí, a lo mejor podríamos salir de dudas. Puede que se refieran a la muerte en masa (que siempre ha rondado por paisajes o tiempos lejanos, que finalmente nos llegará), o a la pobreza planetaria (aunque siempre afectó a tres cuartas partes del personal terrícola) o, quizás, simplemente, ese superlativo recurrente se refiera a lo pesado que resulta esperar cada día una desgracia mayor, lo que ya viene a ser una de tamaño considerable.

Made in Alcalá

Mientras llega eso que quiera que sea «lo peor», tenemos que lidiar con lo cotidiano, que no se sabe bien lo que es. De regreso a lo cercano, a lo provincial, lo local y lo pequeño, habría que definir y clasificar también esa desbocada tendencia socialista al sectarismo más radical. En la espera de la desgracia total, hemos contemplado cómo ser de Alcalá de los Gazules aún es un factor determinante para tener un cargo orgánico o institucional. Durante un tiempo, pudo hacer gracia eso del Clan de Alcalá, pero según pasa el tiempo se agotan los argumentos racionales, ideológicos, políticos y legítimos para que un porcentaje tan alto de los que prosperan en el partido sean nacidos en la misma localidad. No creo que coman nada distinto ni se hayan formado en ningún centro especial. Algún día, tendrán que explicarlo, porque primar a los que proceden de un lugar, de un ámbito o ambiente concreto es tan absurdo como marginar a otros aspirantes por la condición, igualmente involuntaria y carente de mérito, de ser de Chipiona o Tarifa. La preponderancia exagerada de los parientes y los paisanos a la hora de avanzar hacia un sillón y una contraprestación en el PSOE resulta ya exhibicionista. Ni se molestan en disimular. Por más que los interesados lo presenten como algo natural, desde fuera se contempla con cierto bochorno. El movimiento de fichas en Cádiz (protagonizado por Pizarro, Gómez Periñán y Gabriel Almagro, sobre todo) resulta tan incomprensible para la militancia rasa y la población ajena al pago de cuotas que sólo puede explicarse desde una endogamia geográfica que no anuncia nada bueno.

Una pechá para nada

Mientras acontecen las desgracias máximas que nos anuncian, los gaditanos también hemos tenido que lidiar con un nuevo cambio de ordenación del tráfico en Canalejas. Aunque los atascos han ido a más, eran previsibles, inevitables y aún son llevaderos. Lo que cuesta más explicar es la chapucera falta de servicios alrededor del transporte público. Eso de la parada en plena acera de la Cuesta de las Calesas, sin un triste banco para los mayores. Eso de la estación provisional sin retretes, ni una botella de agua cerca, sin papeleras ni perro que ladre resultaba mucho más fácil de prever. Se ha rectificado a tiempo, y siempre es digna de agradecer esa actitud pero aún sobrevuela una sensación más triste que las molestias ocasionales. En este doméstico caso, lo peor es pensar que no merece la pena tanto trastorno, tantos meses de dificultades para crear 250 plazas más de aparcamientos. Los que caben, en batería, en una calle mediana. La décima parte de los que podrían aparcarse, en superficie, en el rincón del puerto ahora ocupado por carriles provisionales. Quizás merecería la pena tanta paliza para convertir el Muelle Ciudad en ese gran bulevar que otras ciudades portuarias han hecho ya, para llevarse los contenedores a un lugar más cómodo para los que los transportan y los que los ven. Quizás merecería la pena si tuviéramos un plan para que todos los coches aparcaran en esos futuros subterráneos (Canalejas, plaza de la Hispanidad, plaza de Sevilla) y cerrar el paso a los vehículos a motor en todo el casco antiguo. Pero nadie se plantea eso. Nada más que llamar coches y cobrar. Meterlos y que pasen por el nuevo peaje. Todo este embrollo merecería la pena si tuviéramos un proyecto de ciudad que fuera más allá de llenarla de automóviles.

Como el culo

Mientras sucede todo eso tan malo que nos anuncian dos veces por semana, hemos tenido que soportar la mayor exhibición de machismo y sexismo de un país que presume de vestirse con leyes vanguardistas e igualitarias para ocultar aún la piel peluda del simio. Está claro que todos llevamos a Berlusconi dentro por mucho asco que dé el ejemplo. La visita de Carla Bruni a Madrid (como si el presidente francés no hubiera llegado) ha provocado que se nos vea la patita. Y tiene pezuña negra. Muchas leyes de igualdad, mucho ministerio, mucha educación para la ciudadanía, mucho «hombres y mujeres del partido». pero varios periódicos de tirada nacional, de referencia, llevan a portada la foto de dos hermosos culos para obligarnos a todos a tener mirada de albañil sin dejarnos opinar, sin opciones de elegir nuestro punto de vista. Una cita política pretendidamente histórica se resume en dos pompis muy bien vestidos. Original forma de contarla. No se trata de asustarse a estas alturas, menos aún los que somos sátiros respetuosos y militantes. Se trata de distinguir momentos y lenguajes. Los que quieran ver hermosas posaderas tienen mil vías para conseguirlo, pero seguro que prefieren otro momento. Hay erotismo y pornografía muy accesibles, a bajo coste. Pero cuando uno compra un medio de comunicación hasta ahora respetado, no busca eso. Se sobreentiende que trata de encontrar un texto que le informe y le interese, un titular que resuma, una clave que le ayude a entender. Cualquier cosa, menos dos mujeres de espaldas, sin rostro, sin más que ofrecer que «el mapamundi de sus caderas», que diría Sabina. Luego se nos llena la boca con las palabras grandes, pero somos incapaces de llegar a un acuerdo de mínimos: cuando hablamos en términos profesionales, académicos, institucionales o políticos, que era el caso, el físico de una mujer (y el de un hombre) no entran en el análisis, no hay ni que mencionarlo.

Todo esto son migajas, tonterías, comparado con lo que nos espera. Nadie sabe lo que es, pero mientras lo averiguamos, conviene recordar el mensaje: «Tenemos que prepararnos para lo peor». Puede que lo peor sea soportar tantas pamplinas hasta que llegue la hora que tanto pregonan. Que, de todas formas, va a llegar. Ya estoy yo en la playa. Es gratis y el agua salada mata los microbios. Que le den por culo, por tanto, a la crisis y a la gripe.