Sarkozy y Merkel bromean ante el secretario de la OTAN saliente, Scheffer. / EFE
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Alemania y Francia acaban con sus viejos recelos

Anfitriones de la cumbre de la Alianza avanzan en la colaboración militar Un batallón germano se instalará por primera vez en suelo galo

| CORRESPONSAL. BERLÍN Actualizado: Guardar
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Por lo general, los grandes anuncios que se registran en los libros de historia los hacen los jefes de Estado o de Gobierno, pero en el mes de febrero pasado, el honor le correspondió a un ministro francés. En el marco de la Conferencia de Seguridad que cada año tiene lugar en Múnich, el titular de Defensa galo, Herve Morin, comunicó a los ilustres invitados una verdadera primicia: el emplazamiento de 700 soldados alemanes en la localidad francesa de Illkirch, cercana a Estrasburgo.

«Con el traslado del batallón, Alemania y Francia han alcanzado un nuevo punto de inflexión en su historia», dijo el ministro subrayando la trascendencia del acuerdo. La decisión suponía el regreso de efectivos germanos a suelo francés por primera vez en 64 años, desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El nuevo pequeño gran capítulo en la historia de la reconciliación franco-germana fue posible gracias al empeño del presidente galo, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel. Ambos buscaron denodadamente una solución para impedir el repliegue de unos 2.300 soldados franceses estacionados en Alemania como parte de la brigada conjunta creada en 1989. Con este objetivo, Merkel ofreció enviar el batallón a Illkirch.

El resultado de las negociaciones fue dado a conocer en Múnich, donde Sarkozy dijo sentirse orgulloso y honrado de poder saludar a soldados germanos en territorio de la república francesa. «En la relación con nuestro vecino ya no deben haber más tabúes. Llegó el momento de escribir un nuevo capítulo en el siglo XXI», proclamó el mandatario. Merkel, agradecida, manifestó la alegría de su país por el hecho de que Francia no retirara a sus soldados. «Es un gran mensaje político», agregó.

La armonía que reina entre las dos naciones no es gratuita y tiene su origen en una delicada estrategia que puso en marcha el primer canciller de la república federal de Alemania, Konrad Adenauer, quien tuvo el coraje de dar los primeros pasos para buscar la reconciliación con los enemigos, una meta que debía permitir que la nación derrotada y humillada pudiera recuperar un lugar de honor en la comunidad internacional.

Para alcanzar esa meta, Adenauer rechazó un pacto con el diablo. En la primavera de 1952, Josef Stalin ofreció a los países occidentales la reunificación de Alemania y puso como única condición el retiro de las potencias aliadas de territorio germano. La nueva Alemania, según la oferta del dictador, podía contar con su propio ejército, pero debía permanecer neutral en el marco de la guerra fría.

«Oferta envenenada»

«Es una oferta envenenada», dijo entonces el veterano canciller, quien rechazó la propuesta y apostó por la integración de su país en el mundo occidental. El 9 de mayo de 1955 llegó el gran momento para la joven república cuando Adenauer firmó en París el documento que convertía a su país en el nuevo miembro de la Alianza Atlántica. «Por primera vez resonó en el cuartel general de la OTAN el himno alemán y por primera vez fue izada nuestra bandera. Un milagro si se tiene en cuenta nuestra duro pasado», celebró el ex general de la Wehrmacht y futuro comandante de la OTAN, Hans Seidel, presente en la ceremonia.

El ingreso de Alemania en la OTAN eliminó el estatus de país ocupado que tenía la joven república, marcó el nacimiento de la Bundeswehr y puso fin con éxito a la obra que había iniciado Adenauer. Casi 54 años después, la importancia de la reconciliación franco-germana sigue presente en la Alianza. El pasado sábado, en la cumbre celebrada conjuntamente en las ciudades fronterizas de Estrasburgo y Baden-Baden, Sarkozy insistió en la trascendencia de que los dos países fueran anfitriones de la gran cita. «Es un símbolo fantástico», proclamó.