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Competencia con dinero público

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Los catamaranes empezaron a funcionar en 2004, hace cinco años, y el gerente del Vaporcito, Andrés Fernández, coloca ahí el inicio de la crisis del tradicional navío. «Desde que los catamaranes comenzaron su actividad viene mucha menos gente, muchos grupos van ahora al catamarán y no a nosotros», asegura Fernández.

Además el gerente explica que «ellos tienen dinero público y pueden permitirse el lujo de hacer promoción, de tener publicidad, y nosotros no, porque las ayudas públicas que tenemos son a cambio de unas contraprestaciones y es en eso en lo que invertimos ese dinero».

El Vaporcito lleva cinco años costando lo mismo: tres euros el viaje. «Y no es coincidencia que dejáramos de revisar los precios cuando llegaron los catamaranes». Fernández se queja de que «todo sube, el gasóleo se puso por las nubes por ejemplo, y nosotros tenemos que seguir manteniendo el precio desde hace años, porque si no, perderíamos definitivamente a los pocos clientes que todavía viajan con nosotros».

El responsable del Vaporcito dice comprender que «los catamaranes me hagan competencia, pero yo no puedo competir con ellos porque ellos tienen mucho más dinero público». Insiste: «Las administraciones deberían tomar conciencia de eso porque nosotros estamos al límite, estamos aquí sacrificados y no conseguimos reflotar».