TRADICIÓN. Imagen de los barrenderos recogiendo todo al término de la jornada en la lonja. / FOTOS: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

Donde empieza el mercado y acaba la ciudad

La lonja de frutas y verduras de Adelfa genera una gran actividad nocturna que apenas tiene continuidad comercial durante el día

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La calle Adelfa tiene una doble vida. Durante toda la noche, la incesante descarga y venta de productos en la lonja de frutas y verduras difiere mucho del movimiento cotidiano diurno.

Se trata de la vía más larga de Cortadura, la columna vertebral de este barrio, uno de los más jóvenes de Extramuros, que el Ayuntamiento aún está dotando de equipamientos. Hace unos meses terminó de construir el nuevo parque, con pista deportiva y área infantil, al final de esta calle.

Pero sin duda el mayor atractivo de Adelfa es la lonja de frutas y verduras que fue inaugurada el 18 de marzo de 1983 por el entonces alcalde socialista Carlos Díaz Medina. Un día que recuerdan los trabajadores con sabor agridulce debido a un trágico accidente. «Después del acto uno de los concejales del equipo de Gobierno fue arrollado por el tren al cruzar la vía y falleció», explica Higinio Vaca, el hijo del dueño del módulo número 8 Benito Vaca. «Lo recuerdo bien porque yo era un niño y aquel suceso me quedó grabado», agrega antes de partir en el camión a Puerto Serrano para traer fresas.

José Rey reconoce que lo más duro y sacrificado de este oficio es el horario. «Los camiones empiezan a llegar a partir de las doce de la noche para descargar todo el género y seguidamente iniciar la venta a los mayoristas. Estamos en pie hasta las nueve de la mañana, además luego tenemos que ir a localidades de la sierra para hacernos con más fruta y verdura. Este ritmo tenemos que aguantarlo de lunes a sábado, así uno no tiene día ni tiene noche», lamenta al tiempo que coloca algunas cajas de manzanas en el interior de la lonja.

Sin embargo, los tiempos han cambiado gracias a la nueva tecnología. «Ahora ya todo es más rápido porque las paletas eléctricas hacen que todo vaya más ligero. Antes la carga y descarga había que hacerla a mano y con carretilla», detalla.

Asimismo, Vaca y Rey, reconocen que la modernidad también permite al cliente consumir fruta de fuera de época. «Jugamos con los cambios de estación en los países latinoamericanos donde hay marcas multinacionales que tienen distribuidores en España. Los melones y las piñas, por ejemplo, vienen de Brasil; las naranjas de Argentina y Paraguay. Hoy el cliente puede tener fresas o cualquier otro tipo de fruta en cualquier estación, un lujo que hay que pagar», aclaran.

Frutas

En un rincón se encuentran apiladas las cajas con pimientos, acelgas y demás género perecedero que «en algunos casos es aprovechado por el Banco de Alimentos», según Paco 'El Calvo'.

Los barrenderos, como Emilio Mata, se afanan por «quitar lo más gordo» antes de que llegue la siguiente jornada.

Durante toda la noche, María del Carmen González no para de despachar «cafés, tostadas, bocadillos y refrescos en el bar de la lonja a camioneros y fruteros que necesitan un tentempié para seguir con su actividad», advierte mientras hace caja al final de la jornada.

El Quiosco de Carmen es otro de los elementos típicos de esta calle. Allí se agolpan los escolares para comprar 'chuches' cuando salen de sus clases. «Antes de tener el puesto Carmen acostumbraba a vender dulces desde la ventana de su vivienda, un bajo», recuerda Francisca González, una de las vecinas. Unos pisos de realojo del Patronato que se ubican al final de la calle Adelfa y que fueron entregados hace 15 años, según Soledad Roso, otra de las residentes. «Esta calle es estupenda y muy tranquila, especialmente ahora que el Ayuntamiento abrió el área infantil en el nuevo parque para que los niños puedan jugar más seguros», celebra esta mujer que regresa con el carrito de la compra.

Negocios

Y es que el vecindario coincide en afirmar que el único inconveniente que tiene la vía es la velocidad a la que transitan los vehículos por la calle. Sin ir más lejos hace unos meses dos mujeres (madre e hija) fueron atropelladas por una moto cuando cruzaban para tirar la basura. El suceso causó estupor en el barrio de Cortadura. «Es algo que se veía venir porque en muchos casos las motocicletas invaden las aceras con el consiguiente peligro para los viandantes», afirman estas vecinas.

Desde la Asociación de Vecinos de Cortadura, cuya sede también se ubica en la calle Adelfa, han denunciado esta situación al Ayuntamiento para «que pongan mayor vigilancia en el barrio», detalla David Muñoz Moreno, el presidente de la entidad vecinal. «Se supone que tenemos Policía de Barrio, pero aún no lo conocemos porque nunca lo hemos visto por aquí», agrega de manera irónica Muñoz.

Independientemente del bar de la lonja, la calle cuenta con un sólo comercio: El Café Bar Pepe Barrera. En la barra de este establecimiento José Rodríguez Rueda y José Antonio Rodríguez Bernal (padre e hijo) despachan cervezas y algunas tapas a los clientes. «La mayor actividad se desarrolla durante la semana porque por la zona hay muchas oficinas, el sábado y el domingo apenas hay clientes aquí», explica José Rodríguez, el encargado.

Un local en donde se dan cita muchos vecinos de la zona y que antaño se denominaba El Antiguo Bar JJ. Una cabeza disecada de toro y varias fotografías de Camarón de la Isla que están colgadas en las paredes son lo más llamativo de este rincón. «No somos un bar taurino ni flamenco, pero nos gusta tener estos adornos», detalla Antonio Rodríguez Bernal mientras lava algunos vasos.

Afincados sobre la barra, algunos clientes recuerdan que antiguamente en el inicio de la calle estaba el matadero. Hoy, en esos terrenos, la Oficina de Rehabilitación de la Junta de Andalucía construye 102 viviendas de realojo temporal conocidas popularmente como las viviendas del Matadero. Una edificación que, sin embargo, ha sido paralizada por los problemas económicos que atraviesa la empresa adjudicataria, DHO. Y es que la crisis económica también ha tocado la puerta de esta constructora.

Al tiempo que apura un vaso de cerveza Jacinto Grande tampoco olvida que delante de la lonja estuvo la cárcel. «De adolescentes veníamos a jugar a la pelota por esta zona, aunque a nuestras madres no les gustaba porque los presos estaban a pocos metros, decían que tenían miedo. Además la vía del tren estaban sin protección y resultaba bastante peligroso cruzarla, pero son cosas que uno hace de chiquillo», dice sonriendo de manera pícara. En la calle, la vida sigue.

jmvillasante@lavozdigital.es