Joaquín Moreno. / A. VÁZQUEZ
CÁDIZ

Un ingeniero pintor y escritor

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Las actitudes y los comportamientos de este profesor universitario ilustran ejemplarmente la teoría de que la ciencia y la técnica no sólo no están reñidas con el arte y con las letras sino que, todas ellas, adecuadamente integradas y hábilmente armonizadas, configuran el ideal de sabiduría perseguido en los periodos más esplendorosos de nuestra civilización cultural.

Joaquín, un ingeniero especialista en electrónica, es un lector, un escritor y un pintor que aprovecha todas las oportunidades que se le presentan para transmitirnos su convicción de que el crecimiento personal y el progreso social dependen, además de los avances de la ciencia y de la tecnología, de la correcta administración de los valores humanos y de la adecuada gestión del conocimiento. En múltiples ocasiones le hemos escuchado sus matizadas declaraciones en favor de una mayor atención al cultivo de las ideas, al enriquecimiento de las palabras, al desarrollo de las actitudes nobles y al estímulo de unos comportamientos sociales más acordes con nuestra condición de seres humanos.

No es extraño, por lo tanto, que él distribuya su tiempo entre aquellas tareas que, además de cultivar la mente, le sirven para serenar su espíritu y para lograr el equilibrio de las emociones. Por eso trabaja de manera permanente para, mediante la ampliación de sus conocimientos, el perfeccionamiento de los análisis críticos y el aumento de su capacidad de diálogo, sacar el mayor partido posible al uso hábil y eficaz de los instrumentos tecnológicos.

En nuestras reuniones literarias hemos sido testigos de la insistencia con la que él defiende que el principal valor de una empresa está oculto en las mentes y en los corazones de sus miembros, por eso -afirma- «es comprensible que cada vez sean más las organizaciones que deciden desarrollar el capital intelectual y calibrar los activos intangibles como son la capacidad intelectual, el equilibrio emocional, el liderazgo y la creatividad de los miembros más cualificados de una empresa».

Joaquín es una persona atenta, activa y cercana que, dotada de una fina sensibilidad literaria, disfruta saboreando los placeres estéticos. Está en posesión de esa compleja facultad integradora que abarca la finura sensorial, la delicadeza sentimental y la agudeza reflexiva, las tres dimensiones diferentes de la belleza. Éstas son, a mi juicio, las claves que explican su agudeza para penetrar en el fondo oscuro del misterio de la propia conciencia y para indagar el sentido de sus propias aspiraciones. Él sabe muy bien que escribir es pintar, esculpir y edificar; es, sobre todo, levantar puentes, trazar avenidas y abrir surcos por los que discurra la corriente fecunda de la vida.