PENSADOR. Carlos Taibo (en la foto, ayer en Filosofía y Letras) apuesta por «trabajar menos, consumir menos, y ser más felices» . / N. R.
CARLOS TAIBO ESCRITOR Y CATEDRÁTICO DE CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

«Si seguimos consumiendo, nos terminaremos por matar»

Presentó ayer en la UCA su teoría sobre globalización y decrecimiento

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-Es un especialista en el colapso soviético. Después de estudiar a aquel enfermo ¿Qué nos espera a nosotros?

-Cuando hablamos de Rusia pensamos que lo que ocurrió allí nada nos dice que sobre lo que somos nosotros. Y es una manera cada vez más equivocada de razonar. Esa confluencia de intereses políticos y privados de hoy en Rusia puede ser un balance de lo que está empezando a ocurrir entre nosotros. Uno de los rasgos de hoy en día es la capacidad cada vez menor para predecir el futuro y la instalación cada vez más acertadamente pesimista de lo que se nos viene encima. Hace dos años cualquiera que hubiese transmitido un análisis negativo hubiera sido tildado con todos los sambenitos y hoy lo extraño es que alguien juzgue que el planeta va bien y que las cosas discurren por el cauce correcto. Nos vamos acercando a la visión de los habitantes de Europa Central y oriental de los últimos 20 años que ha sido genéricamente pesimista.

-¿Prevé un colapso cercano?

-Por desgracia, solamente le prestamos atención a una de las vertientes de la crisis, la que hemos etiquetado de financiera, que a mi entender es la menos importante y la más fácil de resolver. Hay otras tres crisis en la trastienda que son más importantes. Hablo del cambio climático en primer lugar, del encarecimiento, inevitable antes o después, del precio de las materias primas y de la sobrepoblación. Si cada una de estas crisis es preocupante por sí sola, la combinación de las cuatro es explosiva y nos obligaría a tomar cartas en el asunto y mirar de frente a los problemas, algo que no estamos haciendo.

-¿Y el planteamiento correcto?

-Corresponde al planteamiento filosófico del padre de familia responsable y diligente. Si a un padre le dicen que es posible que su hija esté gravemente enferma, la única actitud esperable es remover Roma con Santiago y llevarla a los mejores médicos para saber si es cierto. Lo que no es esperable es que diga «si es posible que mi hija tenga una gravísima enfermedad, también es posible que no la tenga» y que se quede con los brazos cruzados. Y esa es la actitud que estamos manteniendo. Por prevención y un ejercicio de prudencia tendríamos que tomarnos esto en serio.

-¿Son los políticos los únicos de este mundo que piensan que realmente mandan los políticos?

-Hay algunos que lo creen contra toda evidencia. Cada vez está más claro que son corporaciones formidables económico financieras que operan en la trastienda las que marcan las reglas del juego. Existe un problema importante de credibilidad que radica en que los gobernantes tienen cada vez menos capacidad de decisión. Algunos sí que mandan aún como Silvio Berlusconi, porque aúna las dos facetas: de político y de dueño de una gran corporación.

-¿Se puede traducir en que son unos peleles?

-Bush... Putin, que parece un hombre político fuerte, está controlado por grandes magnates con otros intereses... La metáfora del político pelele es adecuada.

-¿Quién gobierna el mundo?

-En una primera fase podríamos pensar que son los grandes capitales los que controlan la situación aunque se puede recelar del control. La globalización es un caballo desbocado que se ha escapado de los intereses de los que la han creado. Ha perdido su capacidad adaptativa. El capitalismo está cavando su propia fosa. Nunca ha resuelto los problemas de los demás, pero ahora no puede resolver ni siquiera los suyos.

-¿Qué va a ser lo siguiente?

-Como he dicho, hemos perdido gran parte de la capacidad de predecir el futuro, aunque caben dos escenarios posibles. O bien el estallido del caos a nivel planetario, o bien un proyecto de decrecimiento del consumo.

-¿O consumimos menos o nos terminaremos matando?

-Esa idea puede resumir un fenómeno más complejo aunque si seguimos consumiendo a este ritmo nos terminaremos matando.

-¿La crisis está haciendo ganar adeptos a esta teoría?

-La crisis ha puesto a la gente a pensar. Y muchos se darán cuenta de que el dinero no hace la felicidad. Sí que aumenta el bienestar en ciertos estratos muy básicos, por supuesto, pero a partir de determinado umbral, los indicadores de falta de felicidad se mantienen pese a que crece el consumo. Podemos trabajar menos, ganar menos, consumir menos y ser más felices. En la UE los indicadores dicen que cada vez hay más gente que lo hace.

-¿Cómo poner esto en práctica?

-El mejor ejemplo son los coches. Una persona puede probar a plantearse lo que paga por su coche y el porcentaje de horas que trabaja para pagarlo. Luego calibra el bienestar que le aporta ese vehículo.

-¿Es posible cambiar los hábitos?

-Es difícil, pero quizás la prioridad no sea mantener el sistema económico porque somos víctimas de la idolatrización del crecimiento. A lo mejor se trata de que se hunda el sistema. Igual hay que ganar la mitad y liberarse de la competitividad absurda, de dar codazos, igual no queremos competir. Esto no es aplicable a alguien que gana 400 euros al mes, pero algunos gastamos buena parte de nuestro salario en estupideces.

apaolaza@lavozdigital.es