VUELTA DE HOJA

Catálogo de ex

Hay políticos que aspiran a dejar huella de su paso y para conseguirlo eligen como estrategia pisotear al mayor número de contemporáneos. Otros echan las patas por alto y se creen eternos mientras duran. En general no entienden lo que el poeta llamó «la brevedad del plazo». ¿Cuántos pasaron de la fama al anonimato, en menos de horas veinticuatro? El llamado Touriño, derrochador por cuenta ajena, ha reconocido noblemente que su batacazo electoral se debe a que no ha sabido contestar a los que le reprochaban los escándalos de despilfarro. Quizá para eludir esas críticas sólo haya un procedimiento válido: no cometerlos.

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El poder no sólo atonta, para lo que algunos llevan mucho ganado cuando acceden a él, sino que enloquece. Cuando empiezan a llamarle a alguien presidente, aunque sea de una comunidad de vecinos, cambia hasta de andares. Varía de coche y de amigos y cree que todo el mundo debe hacerle una reverencia semejante a la que practican los ujieres y los numerosos inferiores. ¿Qué se habrá creído este eventual? se preguntó aquel ordenanza del Ministerio, consciente de que el fijo era él.

Los relevos que hace posible la democracia son una garantía de que los tontos aupados al poder no pueden perfeccionar su estulticia con el uso. No dejan de serlo, por supuesto, pero no pueden adquirir el rango de tontos compulsivos. El único riesgo inevitable es que sus sustitutos compitan con ellos en arrogancia y vaciedad. Son también tipos de dudosa trayectoria intelectual, pero merecen el beneficio de la duda. ¿Cuántos ex hay en España? La estadística no sería fácil, pero si se manifestaran taparían las calles. No es probable que lo hagan. Las calles hay que dejárselas a los que tienen hambre y sed de justicia, no a los que prometían ambas cosas.