A POR TODAS. Patxi López, reunido ayer con la plana mayor de su partido para analizar los resultados electorales. / IGNACIO PÉREZ
ELECCIONES AUTONÓMICAS 1-m el día después

El PSOE anima a los socialistas vascos a que intenten gobernar en solitario

Zapatero se niega a interpretar la derrota gallega como síntoma de su propio desgaste, pero en la ejecutiva federal salta la alarma

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No fue el de ayer un día de alegrías en la ejecutiva federal del PSOE y tampoco una jornada de análisis clarividentes sobre los resultados del 1-M. La dirección del partido solo tiene una cosa clara: Patxi López debe intentar formar un gobierno en solitario para convertirse en el primer lehendakari socialista de la historia. Es una oportunidad, dicen, que no se puede dejar escapar.

Así lo vio el presidente del Ejecutivo desde el primer momento. Nada más conocer el recuento de votos el domingo por la noche, levantó el teléfono y, desde la misma sede central del partido en la madrileña calle Ferraz, llamó a sus dos candidatos. Los fieles aseguran que no hubo bronca para el perdedor, Emilio Pérez Touriño, sólo palabras de aliento.

Con el líder del PSE fue distinto. Si alguien pensaba que pondría trabas a su investidura se equivocó, le animó a ir a por todas y a materializar el cambio.

El apoyo ciudadano logrado por los socialistas vascos en estas elecciones fue el consuelo de una noche aciaga en el cuartel general socialista el domingo, y volvió a serlo ayer en el debate del día después. Pero tampoco estaban los ánimos para zarandajas. A nadie se le escapa que el panorama que ahora se abre será muy complicado de gestionar.

Aún buscando el lado bueno de los resultados -«hace sólo cinco años teníamos once escaños menos que ahora», recuerdan-, los números del PSE distan mucho de ser los ideales.

Fuentes de la ejecutiva admiten que esperaban mejores cifras en Guipúzcoa y también en Álava, donde en el último minuto y por ocho papeletas perdieron un escaño que fue a parar a EA. Si el voto emigrante no lo remedia, dependerán para la investidura no ya sólo del PP, sino de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), el partido de Rosa Díez, contraria al concierto y partidaria de devolver competencias al Estado. Un sapo difícil de tragar.

Lo peor, con todo, vendrá después, cuando haya que hacer frente al día a día con un Gobierno que contaría, en el mejor de los casos, con el apoyo incondicional de sólo un tercio de la Cámara vasca, con un PNV envalentonado enfrente, con la acusación de ilegitimidad sustentada en la ilegalización del mundo batasuno planeando sin cesar sobre sus cabezas y, además, con una crisis económica galopante a la que no se ve el final.

Para el propio Rodríguez Zapatero, la operación tiene muchos argumentos en contra. Los nacionalistas vascos fueron, junto con los dos diputados del BNG, sus únicos aliados para aprobar los Presupuestos Generales del Estado de este año y su mejor alternativa es una Convergència i Unió que no perdona la «traición» de que se le desbancara del poder pese a haber sido la fuerza más votada en los últimos comicios catalanes.

El caso de Montilla

Ese dato hizo pensar a muchos en el PSOE que, como intentó sin éxito con el líder del PSC, José Montilla, el presidente trataría de persuadir a Patxi López de que dejara la Lehendakaritza a quien le ha superado en escaños. Pero Rodríguez Zapatero tiene claro que la opinión pública española jamás le perdonaría que, una vez más, se desperdiciara una posibilidad de desalojar a los nacionalistas del poder. Ya ocurrió a mediados de los ochenta y la consecuencia fueron más de veinte años de hegemonía y una escalada hacia el soberanismo excluyente.

«Tenemos la determinación de promover el cambio en correspondencia con lo que han expresado los electores», señaló José Blanco. «Y estamos en condiciones de liderar un gobierno de cambio en solitario», insistió el vicesecretario general de los socialistas.

Lo de ir en solitario es también una lección aprendida de la amarga experiencia gallega. En la ejecutiva socialista hubo pocas ganas de extrapolar el varapalo en esos comicios, que Blanco intentó minimizar, a la política nacional. Lejos de tomar Galicia como termómetro de la factura que a Rodríguez Zapatero le ha pasado la crisis económica, los dirigentes socialistas optaron por un enfoque local, al que se aferró el propio jefe del Ejecutivo.

El principal pecado hay que atribuirlo a Pérez Touriño, concluyeron, porque fue incapaz de convertirse en el presidente de todo un gobierno y lo fue sólo de una mitad. «Los ciudadanos percibieron que había dos ejecutivos con intereses distintos, y a eso hay que sumar que defraudamos las expectativas de cambio», insisten dirigentes socialistas.

Afirman, además, haber manejado encuestas que ya avanzaban los resultados obtenidos en esta comunidad autónoma y que, en cambio, concedían a Rodríguez Zapatero la victoria en una hipotética contienda electoral con diez puntos más de los logrados por Pérez Touriño. La tesis oficial es que la gente es «muy consciente de qué está eligiendo». Aún así, en la reunión de la ejecutiva de ayer no faltó quien defendió que es preciso tomarse la pérdida de la Xunta como un aviso a navegantes. «Tenemos que analizar en qué medida la crisis pudo tener consecuencias», admitió Blanco.

Pero no todos son partidarios de esperar a conocer los estudios postelectorales. En la reunión de ayer también saltaron algunas alarmas. Y no faltó quien pidió que de lo ocurrido este domingo se extraiga que hay que trabajar, «y hay trabajar desde ya», en la preparación de las elecciones europeas de junio, «que sí podrán leerse en clave nacional».

En otra clave, el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) también se llevó lo suyo. Es hora, según algunos miembros de la ejecutiva, de que las huestes de Montilla pongan sus barbas a remojar después de mirarse en el espejo gallego, porque un gobierno en coalición mal resuelto, y más si es con fuerzas nacionalistas, no es bien entendido por el electorado tradicional del PSOE y menos proclive a los nacionalismos.