MIEDO. El coro de Zamora y Pastrana en la calle de momias con Los De-soterraos. / LA VOZ
TRADICIONES

El espectáculo del pasacalles pierde su sitio en favor de las tablas

Numerosas agrupaciones han dejado de representar su tipo en la calle antes de entrar en el Gran Teatro Falla para no revelar la sorpresa que darán durante su actuación

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Aritmo de caja y bombo. Así es como llegan cada noche las agrupaciones que participan en el Concurso de Agrupaciones Carnavalescas. Desde los locales donde se visten, repasan el repertorio y «calientan» voces, las chirigotas, coros, comparsas y cuartetos se desplazan hasta el Gran Teatro Falla. Un camino que también forma parte de esta fiesta.

Pero el pasacalles comienza a estar en desuso. Los grupos «cubren el expediente» marchando al compás que marca el tres por cuatro. Entran por la plaza Fragela, pasan por la puerta del teatro, lo rodean y a camerinos.

Pero hubo otro tiempo donde este paseo hasta el Falla marcó una época. Así lo recuerda Manolo Santander. El chirigotero cuenta que «cuando era pequeño la calle era una fiesta antes de que comenzase el Concurso, que se celebraba en mayo».

Santander aún tiene en la memoria «una tienda de helados que existía en la esquina de la plaza Fragela. Allí esperábamos a que viniesen las agrupaciones». El autor de La familia Pepperonni comentaba entre risas que «cuando las chirigotas salían de su local de ensayo iban parándose en todos los baches que había por el camino».

Manolo Santander apostillaba que «los baches no eran como los bares ahora. Valía todo. Una casa puerta o un pequeño local. Allí los carnavaleros, como el Carapapa (padre), se paraban para tomar un vasito antes de cantar».

Santander ha querido mantener esta costumbre que iniciaron aquellos «que iniciaron el camino para poner el Carnaval de Cádiz en lo más alto». Cada año su agrupación sale de su local y recorre todo el barrio de La Viña antes de llegar al teatro, «haciendo la paraítas que sean necesarias», comenta entre risas. De hecho, la agrupación de la que él es autor con El Libi, El movimiento del 36, ha quedado en la historia del Carnaval no sólo por haber quedado descalificada en la Final del Concurso. La agrupación llegó al teatro cargando una «mesa» de las que se utilizan en Semana Santa para montar los pasos cargada de muebles de la casa.

Los históricos

El pasacalle de Manolo Santander y El Libi es alguno de los actuales que se han quedado en la retina. Pero hay otros muchos. El coro de José Ramón Zamora y Faly Patrana, Los desoterraos, atemorizaron al casco antiguo gracias a su tipo, original de Emilio Santander. Las momias fenicias salieron de sus sarcófagos para actuar en el Falla. Para guiarse por el camino utilizaron antorchas para iluminar las calles. Y es que la dirección del coro había solicitado que se apagasen las luces en su itinerario.

La marcha fue tenebrosa, «e incluso aterradora para algunos pequeños que se apostaban en la plaza del Mentidero para ver a la agrupación pasar», recuerda Quico Zamora. El autor de la música del coro también rememora con nostalgia el pasacalle de La cuesta de Jabonería. «Todos fueron momentos inolvidables», apunta.

Otro coro que también hizo historia fue el coro Los pájaros, de La Salle-Viña, que con su tipo colorista inundó las calles de la ciudad. Buque Escuela, de autoría de Julio Pardo, Antonio Rivas y Juan Lucena, con un disfraz que recordaba a los guardiamarinas del Juan Sebastián de Elcano, acudieron a la iglesia de Santo Domingo, donde se guarda la imagen de La Galeona. El grupo interpretó la salve marinera y desde allí partió hacia el Falla.

La seriedad, aunque no sobriedad, que han impregnado los coros al pasacalles hasta el teatro dista mucho de la «guasa» de las chirigotas. Los aficionados aún sonríen cuando piensan en la chirigota Esto conmigo no pasaba. La agrupación de Vera Luque iba caracterizada de Francisco Franco. Y para «meterse en el papel», llegó hasta la plaza del Falla en un coche descapotable. En él, uno de los componentes de la agrupación saludaba con la mano alzada acompañada por una joven disfrazada de Carmen Pardo.

Corrida de toros

Una corrida de toros fue lo que organizó la chirigota de los hermanos Carapapa, Los primos de Rivera. Días antes de su presentación en el Gran Teatro Falla un vehículo anunciaba por la ciudad su actuación con la terna de «matadores».

La agrupación con la autoría de José Manuel Sánchez Reyes también es partidaria del pasacalle. «Es uno de los momentos que más disfruto durante el Concurso. Después de vestirnos, pasearnos hasta llegar al teatro», comenta el chirigotero.

En algunas ocasiones los pasacalles han tenido que suspenderse por la inclemencias meteorológicas. La lluvia o el fuerte viento han provocado que las diferentes agrupaciones lleguen casi corriendo al teatro para entrar rápidamente en el camerino.

El autor José Manuel Sánchez Reyes también comentó que «el ambiente que se forma en la calle provoca que el camino hacia la plaza Fragela se convierta en un suplicio». El chirigotero recordó que «con Los robinsones, el día de la Final, tuvimos que abortar el pasacalles. Cuando salimos del local de ensayo había gente orinando en la misma puerta, no podíamos ni andar por la calle».

Manolo Santander comentó que «no hace mucho tiempo, cuando el Carnaval no estaba masificado y en la noche del sábado se organizaban decenas de cenas, las agrupaciones realizábamos el pasacalles de un establecimiento a otro. Íbamos de El Faro a El Anteojo a ritmo de caja y bombo, porque se podía andar por las calles. Y si había tiempo, hasta nos parábamos a cantar por el camino».