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Cambiar las reglas del juego

Hace un par de días el concejal del PP, Ignacio Romaní, dio con la clave de lo que significa la política. Hablaba de las obras y señalaba que el cumplimiento de los compromisos es lo que hace que los ciudadanos voten a un determinado partido. Hasta ahí, de acuerdo. Luego hay que hablar de si los ciudadanos saben lo que le corresponde a cada uno. Y si no, cada uno puede hacer la prueba en su casa (como esos valiosos experimentos que nos enseñaban a meter una lenteja entre algodones y esperar a que saliera una hojita verde). Pregunte usted a sus amigos y familiares para qué sirve una Diputación, o qué administración tiene las competencias de Bienestar Social o las de Vivienda. El resultado es fácil. Ni Dios (es un decir, seguro que él sí lo sabe) puede dar una respuesta acertada. De ahí que resulte tan tentador apropiarse de las obras de otro, como ha hecho el Ayuntamiento con el segundo puente. Algunos lo llaman desvergüenza y otros habilidad política, pero nunca fue más cierto aquello de si cuela, ¿por qué no?

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Y ahora apliquemos esta máxima a la plaza Sevilla. Es probable que los socialistas hayan pensado: ¿para qué me voy a dar prisa en hacer un centro comercial, un hotel o una estación de autobuses si lo va a rentabilizar Teófila? Es como aquellos tipos en proceso de divorcio que dejan el trabajo, porque «total, para que se lo lleve ella crudito, me apunto al paro o trabajo en negro».

Por tus hijos. Lo tienes que hacer por tus hijos, para que no se encuentren la penosa situación de ir a una estación de autobuses tercermundista o entrar en un centro comercial donde nadie ha querido poner una tienda porque tiene delante un edificio que tapa toda la entrada.

¿Cómo hemos llegado a esto? No soy de las que piensan que lo peor de cada casa está metido en política. Pero sí que las reglas del juego están podridas. En política -como en una empresa, en los Boy Scout o en una Diócesis- el ascenso, el éxito, no tiene mucho que ver con el talento ni la aptitud. Sólo con la actitud. Y eso es lo que hay que cambiar. Votando, por ejemplo.