CEREMONIA. Los miembros de la congregación realizan sus postraciones ante el Lama. / ROMÁN RÍOS
Cultura

Psicólogos con túnica

La filosofía budista gana adeptos en la provincia gracias a sus mensajes de felicidad y la práctica de ejercicios de meditación y relajación

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Hace ya un tiempo que el ser humano ha dejado de acudir sólo a la consulta del psicólogo para atajar los problemas que acarrea el estilo de vida moderno. La enfermedad crónica del siglo XXI, el estrés, ya no se cura sentado en un diván, ni con vacaciones, ni siquiera en balnearios o residencias de retiro. Mientras la depresión y los nervios buscan su panacea, como no funciona el prozac ni las tilas, la meditación y el resto de prácticas orientales han ganado terreno en una sociedad de sombras que anhela despertar de su letargo. El sur de Europa también ha sucumbido a los ejercicios de relajación que proponen las culturas milenarias del más allá del Cáucaso, a su manera de enfrentar la existencia y las relaciones con el otro. En el limbo de la religión, la filosofía budista suma cada vez más adeptos en Cádiz. El Centro budista Lochana de la capital, o el Centro Tibetano Gaden Choeling en San Fernando, sirven de albergue y punto de encuentro de decenas de personas atraídas por las enseñanzas de Siddhartha Gautama. El «camino» hacia la perfección, la erradicación definitiva del sufrimiento, también se inicia en la Bahía. Por ahora, los maratonianos son escasos, pero si proliferan, y mucho, sus simpatizantes.

Ana, la secretaria del centro de La Isla, se inició en la filosofía budista cuando se preparaba para unas oposiciones de magisterio. «Hice un curso de estos y me sirvió como relax. Me gustó tanto que decidí estudiar la religión más a fondo», comenta serena y tímida. Como a Ana, a Mercedes, de Cádiz, no le gusta definirse a pesar de que lleva años imbuida en la corriente tibetana. La inició su hermana, atraída por la cultura zen. «No hay ningún dios por encima, sino que tú tienes que ir creciendo y perfeccionando, no hay grandes dogmas, lo que no te convence lo puedes deshechar», asegura.

El exotismo de los ejercicios y rituales que se desarrollan en la sede de la escuela Gaden Choeling, aún no es entendido por la mayoría de los conciudadanos de Ana o Mercedes, y el término secta suena en el exterior con la misma insistencia que en el cuarto donde se realizan las sesiones de meditación se habla de sutras-discursos-, kharma -ley de acción y consecuencia-, o shanga -asamblea-. El centro abrió sus puertas el pasado mayo, después de que Nyari Tritul Rimpoche, guía espiritual que imparte sus lecciones en Sevilla, recomendara su implantación en San Fernando dada la «energía imperante» en la zona. Nueve meses después, el centro prepara los estatutos para convertirse en asociación cultural, para luego constituirse como organización religiosa. Todas las semanas, el edificio número 11 de la calle General Valdés -contiguo a la plaza del Ayuntamiento isleño- sirve de púlpito a las oraciones del líder religioso de la congregación y de tapiz para las postraciones de los fieles. Mediante estas prácticas, los congregados fomentan la retahíla de calificativos que recetan los terapeutas para afrontar la zozobra espiritual, más en tiempos de crisis, económica y ética: «Me quita muchas neuras. En un mundo muy compulsivo, el budismo aporta equilibrio, te ayuda a identificar emociones negativas, a enfadarte menos, a estar en paz y armonía», subraya la secretaria del centro.

Sin dogmas

Carlos Javier, que vive a caballo entre Sevilla y Cádiz, asistió ayer a las sesiones de kharma del lama Tibetano Gueshe Janchup Choeden, venido desde La India para difundir su sabiduría entre la comunidad incipiente. Pero como una gran mayoría de los budistas gaditanos, Carlos Javier acude al centro para desarrollar las actividades que oferta, pero no se confiesa practicante. «Me aporta tranquilidad, eso es todo. Me gusta esta religión más que cualquier otra porque no tiene grandes preceptos, sólo consiste en la búsqueda de la autorealización, no es proselitista, tú tienes que acercarte a ella».

Pero, a la salida del centro, sea el estudioso o el iniciado, ¿cómo desarrolla un budista su creencia? «Es una filosofía que entronca muy bien con la vida cotidiana, es algo íntimo que no precisa que vayas de nada. Cada uno se compromete en la medida que lo desea», sostiene Carlos Javier. Para Aurora, que lleva 20 años de prácticas, el pensamiento budista se puede ejercitar en el «supermercado» o en el «trabajo». «No somos bichos raros», lamenta. El nirvana es un objetivo tan ambicioso que no se espera que se produzca en Cádiz. «Lo que nos planteamos la gente de a pie es aumentar la paz y la sensación de espiritualidad. Sólo necesitamos familiarizarnos con el control de la mente, se llega a automatizar y provoca que veamos la vida de forma más positiva», sentencia Mercedes.

José Gómez acude por primera vez al centro isleño. Agobiado por una fuerte depresión y los efectos secundarios que le produce la medicación con la que se trata, asiste a las clases del lama tibetano para minimizar las consecuencias de una posible recaída. «Me lo ha recomendado el médico. Las pastillas me anulan lo malo pero también lo bueno. Vengo a buscar la solución en la meditación, aunque no tengo ni idea de la cultura ni de los rituales que estamos haciendo», comenta. José María, el coordinador del Gaden Choeling, profundiza en la función terapéutica de la relajación: «Científicos estadounidenses han demostrado que la meditación reduce los nervios, sin necesidad de ansiolíticos», apunta. Él lleva tres años estudiando con su «maestro» las claves de la religión. «Hay que realizar una serie de oraciones al día y tomar los votos del refugio, que consisten en desde no matar hasta cuestiones relacionadas con la conducta sexual», resalta.

Mañana, en el mismo centro, Gueshe Janchup oficiará una ceremonia de purificación de almas. «Es una experiencia muy gratificante, eliminas los estado negativos que vamos acumulando en nuestra vida cotidiana», afirma Ana. El mensaje es sencillo, a priori. La Bahía busca la calma, con la que está cayendo.