ATASCO. Filas de coches en una carretera de Madrid. / J. GARCÍA
ESPAÑA

Una nevada colapsa Madrid y cierra Barajas El Ejército, al rescate

El aeropuerto no operó durante más de cinco horas por culpa de la nieve y la baja visibilidad Álvarez admite «fallos» de las administraciones

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Viernes de caos en Madrid. La nieve puso patas arribas a la ciudad, a la que le sentó muy mal la presencia del blanco elemento. Calles cortadas, numerosos y pequeños accidentes y las circunvalaciones de la ciudad atestadas de indignados conductores, incapaces de llegar a las oficinas de la periferia. Hasta cinco horas tardaron algunos trabajadores en sentarse en sus sillas. La nevada provocó incluso que durante cinco horas el aeropuerto de Madrid-Barajas cerrara, dejando en tierra a miles de personas, que tuvieron que ser recolocadas durante los vuelos vespertinos. En medio de esta locura, las tres administraciones con competencias en infraestructuras (Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y Ministerio de Fomento) echaron balones fuera y acusaron a los otros de imprevisión ante las contrariedades del cielo.

Unos pequeños copos avisaron de la que se avecinaba sobre las 8.00 horas. Poco a poco, lo que empezó como un hecho curioso se convirtió en un verdadero problema. La nevada comenzó a coger intensidad y a complicar la circulación de miles de conductores. El caos se apoderó a media mañana de la ciudad, que se colapsó ante la falta de medios para retirar la nieve. Y la gota que colmó el vaso fue el cierre del aeropuerto durante cinco horas.

Los operarios de Barajas libraron una batalla que perdieron a las 11.30 horas. Hasta entonces, intentaron por todos los medios que las pistas estuvieran practicables. Se afanaron en limpiar la plataforma por donde circulan los aviones con un líquido químico (urea) que evita que el agua se hiele y en quitar la nieve de los propios aviones con una mezcla de glicoles, agua y aditivos que actúa como anticongelante.

Fue un fracaso. La nieve y la escasa visibilidad hicieron que el cuarto aeródromo más importante de Europa estuviera cerrado hasta las 16.03 horas. Entonces comenzó a operar de nuevo pero con restricciones: sólo 20 vuelos a la hora, «una miseria», según las compañías.

Cuando se recuperaron unas mínimas condiciones de seguridad, el aeropuerto volvió a operar y el primer avión salió a las 16.40 horas. La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, explicó que se tomó esta decisión para «mantener la seguridad de los ciudadanos» y que la clausura de un aeropuerto es normal. Recordó que Stuttgart, Milán, Turín, Avignón o Bruselas también debieron cerrar esta semana por el mal tiempo.

Errores de todos

Rodeada de toda su plana mayor, Álvarez justificó la actuación de su Ministerio ante esta crisis meteorológica y consideró que habían errado el Ministerio, la Comunidad, el Ayuntamiento y otros organismos como la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que no precisó, a juicio de Fomento, la dureza de la nevada. «Ha habido fallos de todos. Deberíamos compartir responsabilidades y pedir disculpas», recalcó la titular de Fomento.

En cambio, el consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, sí echo balones fuera. Acusó al Gobierno central de actuar con «imprevisión» y de carecer de los medios necesarios para hacer frente a una nevada de tal magnitud. Además, acusó a la Aemet de no avisar con tiempo, algo que negaron los responsables del tiempo. Mientras los políticos comenzaban con sus acusaciones, los ciudadanos de a pie sufrían con mucha paciencia los avatares de la nieve. Las estaciones de autobuses urbanos y de cercanías se llenaron de personas resignadas. «¿Dónde se piden los justificantes?», le preguntaba Isabella a María en la estación de la Avenida de América. Ambas, ecuatorianas y limpiadoras, buscaban a los responsables de la empresa municipal de transportes para que rellenara un salvocondcuto para las dos horas de retraso que ya acumulaban.

Todavía estuvieron en el andén tres cuartos de hora más, lo que tardaron en coger el metro (gran beneficiado en el transporte público) y sortear las calles blancas para llegar al trabajo.

Ellas encontraron la solución en el subterráneo, ya que los autobuses urbanos se quedaron en la cuneta, literalmente. Otros cientos de personas se vieron atrapadas en la M-30 y la M-40. Rafael, por ejemplo, tardó seis horas en hacer 25 kilómetros desde su casa hasta el trabajo. «No vi a nadie para ayudarnos. Ni un solo quitanieves. Sólo quedaba aguantar el tiempo necesario», comentó enfadado. Pero no todo fueron sufrimientos. Los más jóvenes (y no tan jóvenes) disfrutaron de lo lindo con la nieve. Las batallas de bolas florecieron en los parques. Incluso los más osados sacaron trineos y esquíes para disfrutar de la mayor nevada en una década en Madrid. Y, por supuesto, plasmarlo en fotografías para enseñar dentro de algunos años fotos de la Gran Nevada. La Unidad Militar de Emergencias (UME) volvió a las carreteras para intentar echar una mano ante el caos en la red vial. Después de colaborar la limpieza de la autopista que une el Principado de Asturias con la meseta hace unas semanas por otra gran nevada, los batallones de intervención en esta especialidad volvieron a desplegarse para intentar despejar las vías de comunicación principales en los alrededores de la capital madrileña. En esta ocasión, comenzó a actuar el primer elemento de intervención del Batallón I de Torrejón de Ardoz (Madrid), que tenía como objetivo facilitar el acceso y el tránsito a las carreteras N-II y M-45 de coches y transporte pesado, así como en la limpieza de nieve de las pistas del aeropuerto de Barajas. También colaboró en poner un poco de orden en los accesos al aeropuerto a petición de los responsables municipales, según Fomento.

El Batallón III viajó desde Valencia a Tarancón (Cuenca); el Batallón IV, desde Zaragoza a Calatayud, y el Batallón V, desde León a Burgos. Esta movilización incluye a unos 70 efectivos, vehículos quitanieves, camiones todo terreno con mantas, vehículos de comunicación Mérida, raciones de comida de previsión y cocina, entre otros utensilios.