CRÍTICA DE TV

Iluminados

Las burbujas son irresistibles en este tiempo televisivo de la Navidad, en el que los anuncios vuelven a ser los reyes de la programación. Como cada año han desplegado el más brillante de los rodajes para dar vida a sus burbujas, sobre las que chapotean nuestras sirenas olímpicas en un alarde de composición, de montaje, de sonorización y de adecuación entre mensaje y producto. Siguen reinando las burbujas, aunque yo tenga otro favorito para el primer puesto del ranking. Si pasamos por alto la avalancha de miniclip de perfumes, con o sin estrella cinematográfica, mi joya de la verdadera programación de Navidad -por contraste con esta programación teñida de nostalgia repetitiva- es el anuncio de los iluminados.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Es casi o sin casi un anuncio para la red y de la red, como moda y modelo. El ADSL de Telefónica -aquella empresa que antes sólo vendía sonido por el hilo- nos ilumina con unos neones que se pasean formando palabras, en un ambiente de mundo global que te permite estar en un pueblito, con una voz rappeando pero en un suave sonido lounge, para rematar con su eslogan, mensaje, feeling: iluminados.

En la programación vuelven -todos vuelven- Raphael, y Josema Yuste y Flo, y el especial de Cuéntame, y las campanadas y un etcétera de repes. Lo mismo del año anterior, en píldoras para servir de chicle invisible a los verdaderos reyes de la programación: los anuncios, que derrochan oficio, creatividad, innovación, futuro. Será aquello de que en tiempos de crisis se agudiza el ingenio Los publicitarios están en ello. No estaría mal que para esta crisis, que aumentará las horas de paro ante el televisor, también forzasen su creatividad los responsables de la programación, en lugar de copiar lo que dio un buen share la Navidad anterior.

También es verdad que en el mundo multipantalla tampoco puede pedírsele mucho al televisor, enredado en su labor de adormidera estética y multicentro audiovisual del consumo. Descansa y compra, los dos grandes argumentos para el hombre moderno ante el televisor.