ARTISTA. Javier Ruibal se siente como en casa en el escenario del Pay Pay, y el público se lo agradece. / F. JIMÉNEZ
Sociedad

El rey del Pay Pay

El compositor portuense Javier Ruibal cantó para los suyos en la calle Silencio

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«Ni todo el Puente de Brooklyn, los Londres ni los Parises», que a Javier Ruibal ya nada le dice lo que le dice el Pay Pay. El autor de 'Lo que me dice tu boca' y otros tantos himnos de la música gaditana ha estrenado este fin de semana un escenario con su nombre. Nada menos que las históricas tablas del Café Teatro Pay Pay, el templo poético de la calle Silencio, abarrotad6 ayer por los murmullos de una expectante cola desde las nueve.

Preciso, potente, silencioso hasta las reverberaciones unas veces, tumultuoso otras, Ruibal volvía a coronar su reino nocturno de Cádiz bajo un cartel que decía «escenario javier Ruibal». A sus pies, centenas de súbditos, plebeyos unos, intelectuales otros, movedores de cabezas, escritores, carnavaleros, chirigóticas, macizas, flamencos de nuevo cuño y hasta una ministra, Bibiana Aído, que se mantuvo en un discreto segundo plano. Ruibal, después de sus treinta años de guitarra es ya un hércules musical por derecho propio que hizo esperar a su corte. «Cuanta más grande es la prisa, más pequeños son los pasos». Sonaba la Canción del contrabandista, que escribió cuando pensaba que en la Bahía «había playas vírgenes». Luego se dio cuenta de que no había «ni una cosa ni la otra». Y cantó sobre Cádiz, como concepto totémico de libertades presentidas, amores furtivos, pensamientos sin fronteras y Besos en abril, primavera de sus pocos años. En universo Ruibal, espacio infinito de infinitas dimensiones siguió emergiendo en los horizontes lejanos de un Náufrago del Sáhara que traía «el frío de las fronteras» y que puso finalmente «las lágrimas de Venus a tus piés».

Esas eran, entre muchas otras, las artillerías de eficacia comprobada de un perro viejo de los escenarios que se siente igual de cómodo en Manhattan -de donde llegaba- que en Palestina- a donde se dirige (Ruibal cantará en Belén el día de Nochebuena). También hubo novedades, canciones «inéditas», es decir, «que no han dejado un duro aún». Así sonaba Once de abril, con su corazón a la deriva rogando «se poeta para mí, yo te daré la vida» y la historia de la china en el abrigo camino de casa -«y luego más besos y menos abrigos»-. Pedían «Aurora, cuando puedas» a la hora inmisericorde del cierre de las crónicas cuando arreciaba el levante sobre los tejados del Pópulo. En ese momento los súbditos encantados pedían «libertad igualdad y aire acondicionado» en el Pay Pay. Entre los ecos de villancicos y adolescentes en el exterior del reino nocturno de ruibal, sonaba lejana la Reina de África que vino y «puso el muelle en pie, y todo se paró, desde la estiba hasta el contrabando».